YANMAG PARA JORGE RIVERA
«La dirección es gestionar un equipo de egos hacia un fin común”
Jorge Rivera es director de teatro y cine y gestor cultural con más de 15 años de experiencia en España y Dinamarca. Licenciado en Dirección Escénica y Dramaturgia, Investigador titulado en Creatividad y Máster en Economía de la experiencia por la Universidad de Roskilde. En 2022 crea JRivera Producciones, produce Osario Norte, de José Manuel Serrano Cueto y Sacrilegio (2023), debut en la dirección de Pedro Casablanc. Además de otros proyectos, como director y autor teatral, una nueva faceta, presenta en Dinamarca Gyserlabyrint, un espectáculo inmersivo de terror y en España Bécquer y Quevedo, Amor y Muerte, un recital con música en directo compuesta por Rivera e interpretado por Pedro Casablanc, al que también acompaña en escena. Rivera también es miembro de la junta directiva de la Cámara de Comercio Hispano Danesa y socio de Agencia CDI, donde trabaja en comunicación con empresas.
Conversamos con Jorge Rivera para conocer a un profesional multidisciplinar y creativo con ideas claras, infinidad de recursos y experiencia.
– Estudiaste dirección de escena y dramaturgia en la ESAD de Málaga. ¿Cómo fue este periodo para ti y por qué te decidiste por estos estudios?
Pues casi que por casualidad aterricé en la entrevista previa a las pruebas de acceso, y por seguir los consejos de quien me recomendó ir a la ESAD, casi me meto en Interpretación. No sabía realmente dónde me metía, no hubiera durado dos meses… Pero por fortuna, en la entrevista para las pruebas de acceso, Leo Vilar, catedrático, me miró y me dijo: “tú vas para Dirección”. Rompió mi solicitud… y hasta hoy. No se me ocurre pensar en otra cosa a la que quisiera dedicarme (si tuviera que elegir una) que dirigir teatro. La dirección, como yo la veo, va más allá de mover a actores por el escenario o crear una visión artística. Es gestionar un equipo de egos hacia un fin común, y convencer a todo el equipo (y a mí mismo) de que lo que yo quiero es lo más adecuado para el proyecto. Me encanta cuestionar cada paso del proceso, para estar lo más seguro posible del resultado. Pero no veo esto como inseguridad, sino todo lo contrario: la humildad de aceptar que cualquier miembro del equipo pueda tener más experiencia que yo, o al menos una experiencia diferente que le haga tomar decisiones diferentes a las mías, de las que yo pueda aprender. Esta filosofía la he trasladado a otros trabajos también, en otros campos tanto artísticos como meramente empresariales.
«La dirección, como yo la veo, va más allá de mover a actores por el escenario o crear una visión artística. Es gestionar un equipo de egos hacia un fin común, y convencer a todo el equipo (y a mí mismo) de que lo que yo quiero es lo más adecuado para el proyecto.»
«Me encanta cuestionar cada paso del proceso, para estar lo más seguro posible del resultado.»
– Has vivido y trabajado muchos años como gestor cultural en Dinamarca. ¿Qué te aportó tu estancia allí y qué vínculo actual conservas con el país?
Actualmente sólo vuelvo para trabajar. Tras quince años allí siento que ya no es el lugar donde quiero vivir, pero le estoy muy agradecido al país por las oportunidades que me brindó. Aprendí mucho sobre considerar la cultura como una empresa, además de como algo que puede utilizarse para hacer un bien social, y tuve la oportunidad de trabajar con cientos de artistas, que me han hecho replantearme cómo me relaciono con mis equipos, mi creación artística, y la industria. También me quedan buenas amistades allí, con las que hablo muy a menudo, y con las que comparto proyectos de todo tipo.
– Realizaste en Málaga el doctorado en Creatividad Aplicada (Psicología y Educación) y en Dinamarca un Máster en Liderazgo de la Economía de la Experiencia. ¿Cómo aplicas estos conocimientos en tu trabajo creativo actual?
Realicé los estudios de Doctorado, pero sólo hasta alcanzar el grado de Suficiencia Investigadora. Así que soy “investigador titulado” (risas), porque tenía claro que no quería ser Doctor. No he seguido investigación formalmente, y no creo que acabe la tesis doctoral nunca. Aunque me encanta dar clases, no me veo en una escuela o universidad con un plan de estudios que forme al alumnado por igual, ni tampoco encerrado escribiendo libros y lejos de la práctica. Quería aprender técnicas de investigación, y estudié mecanismos de comunicación y percepción. Esto me sirvió para impartir clases en academias privadas, entre ellas la del famoso Teatro del Arte de Moscú. Me interesa la formación no reglada, multidisciplinar, con libertad de cátedra y a medida para el alumnado, que forme en valores más que adoctrinar con grandes cantidades de teoría sin aplicación. Pienso que lo técnico y lo formal es muy necesario, pero cualquiera lo puede aprender con tiempo y ganas; especialmente hoy en día, con más medios que nunca. Pero los aspectos éticos y lo que hace a un o una artista diferente… eso no se aprende en los libros ni en una clase académica.
En mi opinión, tener una formación de disciplinas muy diferentes me da una visión amplia de lo que hago, y de cómo hablar con quienes colaboran conmigo, ya sea mi contable, técnico de luces o diseñadora gráfica. No sólo comparto sus idiomas, sino que conozco su trabajo (aunque no lo sepa hacer) lo suficiente como para respetar sus procesos, sus tiempos y sus ideas.
El Máster Liderazgo de la Economía de la Experiencia lo comencé (aunque fuese un grado inferior al que ya tenía) para aprender sobre el paradigma de la “economía de la experiencia”, aplicarlo a la gestión cultural, y aprender nuevas cosas sobre organización de empresas, marketing y liderazgo. Y además estaba empeñado en hacer la tesina en danés… así que no paré hasta conseguirlo.
«Tener una formación de disciplinas muy diferentes me da una visión amplia de lo que hago, y de cómo hablar con quienes colaboran conmigo, ya sea mi contable, técnico de luces o diseñadora gráfica»
«No sólo comparto sus idiomas, sino que conozco su trabajo (aunque no lo sepa hacer) lo suficiente como para respetar sus procesos, sus tiempos y sus ideas.»
– En Dinamarca estás presentando Gyserlabyrint, un espectáculo inmersivo de terror. ¿Qué acogida está teniendo por parte del público?
Cada octubre subo para hacer un espectáculo del estilo de los Pasajes del Terror, en los que he trabajado muchos años. Lo especial de este proyecto es que se combina el trabajo de profesionales con alumnos y alumnas de una escuela. Lo que los modernos llaman “futuros talentos”. Este año teníamos en el equipo 43 jóvenes de 8 a 15 años, que tienen que aprender la disciplina tras un espectáculo que tienen que repetir cada 10 minutos. Texto, maquillaje, interpretación… se trabaja desde la seriedad que hay en el juego, y desde la idea de dar al público una buena experiencia cada vez. Este año fue genial, hicimos casi 50 representaciones en 4 días, con lleno absoluto, y muy buenas críticas por parte del público, que rellenaba una encuesta tras el espectáculo. Así que el año que viene espero volver de nuevo.
– ¿Has notado muchas diferencias en la manera de trabajar en Dinamarca y en España?
Muchísimas. He coordinado equipos de 4 a 50 personas bajo mi mando directo, y mi conclusión es que hay muchas diferencias, sí, pero ninguna que sea categóricamente mejor o peor. Todo tiene su razón de ser, y su parte buena y mala, y gran parte de mi trabajo con organizaciones ha sido identificar estas diferencias, relativizarlas, compararlas y utilizarlas hacia un objetivo común. Es cierto que, generalizando, los españoles, nos consideramos peores de lo que somos, y los daneses mejores de lo que son. Pero hay de todo en ambas culturas laborales. Es un hecho que allí tienen más tradición de derechos laborales, conciliación, teletrabajo y cosas que van llegando aquí, pero hay menos capacidad de gestión de conflictos, otros tipos de estructuras, y otros tipos de problemas. Todo va unido a aspectos sociológicos e históricos… y esto me daría para horas de charla, pero no quiero ponerme plasta (risas).
«Es cierto que, generalizando, los españoles, nos consideramos peores de lo que somos, y los daneses mejores de lo que son. Pero hay de todo en ambas culturas laborales.»
«Es un hecho que allí tienen más tradición de derechos laborales, conciliación, teletrabajo y cosas que van llegando aquí, pero hay menos capacidad de gestión de conflictos, otros tipos de estructuras, y otros tipos de problemas.»
– Te gusta trabajar con personas y equipos. ¿De qué manera lo haces y cómo consigues que -con personalidades tan diferentes- todos se sientan bien y vinculados con el proyecto?
Pienso que el secreto de un buen equipo está en que todo el equipo sienta el proyecto como suyo, y en el respeto. El respeto a las diferentes formas de ser, a los diferentes trabajos, las diferentes capacidades, etc. Y especialmente, en saber hasta dónde llegan las responsabilidades y el poder de decisión de cada persona.
Pero que no suene a que soy una persona de decisiones colectivas: adoro las jerarquías. En mi opinión, llevadas con claridad y respeto, son necesarias para que los proyectos avancen y cada persona brille en su departamento y su trabajo. Y como equipo, creo que si todo el equipo va a una, finalmente cada integrante estará orgulloso u orgullosa de su trabajo, independientemente de que sus ideas sean una mayor o menor parte del resultado, que finalmente es lo que importa.
«Pienso que el secreto de un buen equipo está en que todo el equipo sienta el proyecto como suyo, y en el respeto. El respeto a las diferentes formas de ser, a los diferentes trabajos, las diferentes capacidades, etc.»
«Pero que no suene a que soy una persona de decisiones colectivas: adoro las jerarquías. En mi opinión, llevadas con claridad y respeto, son necesarias para que los proyectos avancen y cada persona brille en su departamento y su trabajo.»
– ¿Cómo se gestiona la montaña rusa emocional de los proyectos que no llegan a realizarse y los que sí llegan a ver la luz?
Pues creo que con los años se te acaba formando un callo en el alma, o acabas dejándolo. Siempre digo que lo normal es fracasar. Y no es ser negativo, es pura estadística. Por ejemplo, este año se han presentado más de doscientas películas a los Goya, y sólo ganará una. Que te toque a ti no depende ni de que la tuya sea la mejor película, ni la más vista, ni nada. Hay una infinidad tremenda de factores, en los que tienen que ver fechas, dinero, amiguismos, lobbies, modas y mil cosas más.
Obviamente, aunque me gustaría ganar todos los premios, millones y reconocimientos como a cualquiera. Pero aunque suene cursi, me conformo con hacer lo que quiero, con quien quiero y cuando puedo, y compartirlo con el mayor número de personas posible. La idea de la fama y el glamour nunca me han atraído, y hace años que tengo claro que no me interesaba luchar por el “éxito” como algo basado en lo económico o el reconocimiento. No creo en “el éxito”, como no creo en “la felicidad”. Creo que la vida son una serie de momentos, y aquí retomo tu metáfora de la montaña rusa. No todas las montañas rusas tienen la misma forma, pero al final todas suben y bajan más tarde o más temprano. Y cuando llegan las victorias, las disfruto, con o sin reconocimiento.
– En este momento estás de gira con Bécquer y Quevedo, Amor y Muerte, un recital con música en directo en el que el actor Pedro Casablanc es el protagonista mientras le acompañas como músico en escena. ¿Cómo surgió el proyecto y cómo es trabajar con Pedro Casablanc?
La relación con Pedro empezó cuando produje Osario Norte, un documental muy bonito que escribe y dirige mi amigo José Manuel Serrano Cueto y que va a tener un largo recorrido. Es un documental muy humilde, en el que un actor de la talla de Pedro se subió por cariño a la historia y a José Manuel. Fue un rodaje muy tranquilo y lo pasamos muy bien, y poco tiempo después, Pedro me pidió que le produjera Sacrilegio, su debut en la dirección. Este rodaje también fue muy bien, y el corto salió estupendo.
Unos meses más tarde me propuso este recital, en el que él leería a Bécquer y Quevedo para el festival Voces de la Lengua en La Rioja, y me invitó a que le hiciera la música y que le acompañara en directo. Yo soy músico de rock, me daba mucho vértigo pensar en que nos apedrearan tras cualquier recital… (risas) …pero ya hemos actuado en el Festival de Almagro, el de Alcalá… ¡y hasta en la RAE!… y no sólo no nos han linchado, sino que seguimos de gira. Lo que montamos para un evento de dos días, lleva ya 30 funciones vendidas, y sigue en 2025…
Pedro es, además de un gran actor, un gran profesional. Tiene una actitud muy disciplinada hacia el trabajo, pero siempre hay espacio para el juego, para probar cosas nuevas. Siempre busca la excelencia, pero no se amarga ante el error. Veinte funciones después, seguimos cambiando cosas, añadiendo, quitando, discutiendo… y al final sabe, sé, sabemos, qué es lo mejor para el espectáculo. Y cuando él fue director del corto y yo productor, igual… Pedro es una persona de gran cultura, inteligencia, sensibilidad e instinto. Creo que hasta el día de hoy no hemos tenido una sola bronca. Lo que es mejor para el proyecto se impone al ego que cada uno pueda tener.
– Has escrito y dirigido el microdrama La herencia, sobre el reencuentro de dos hermanos después de diez años y una pandemia. Al ser un tema tan común en tantas familias ¿qué debates se han originado con el público al terminar la función?
Sí, yo siempre he dicho que no sé escribir guiones o teatro, que soy más de analizarlos. Pero durante la pandemia surgió la posibilidad de trabajar con dos actores, Mariano García Espada y Daniel Mateos Chatín, y buscábamos un texto corto para conocernos trabajando. Como no encontrábamos ninguno que se adaptara a lo que buscábamos, les propuse escribir algo a medida para ellos, para experimentar, y así salió esta obra. A mí me gusta mucho ensayar, pero lo que más me gusta de lo que hago es escuchar al público y que me frían a preguntas, aprender de quienes han visto lo que hemos presentado. Y con La herencia hemos hecho más de 20 funciones, y hemos tenido muchas charlas interesantes, que por la temática de la obra a veces han sido acaloradas, sobre los conflictos familiares, la eutanasia, y muchas cosas más. Lo mejor, que nos han hecho replantearnos algunas cosas y estar aún más seguros de otras. Lo de los encuentros con el público es para mí algo indispensable, que hago siempre que puedo.
«A mí me gusta mucho ensayar, pero lo que más me gusta de lo que hago es escuchar al público y que me frían a preguntas, aprender de quienes han visto lo que hemos presentado.»
«Y con La herencia hemos hecho más de 20 funciones, y hemos tenido muchas charlas interesantes, que por la temática de la obra a veces han sido acaloradas, sobre los conflictos familiares, la eutanasia, y muchas cosas más.»
– También has escrito y dirigido El sobre, otro microdrama que es la segunda obra de una trilogía de la que forma parte La herencia ¿cómo está siendo el proceso creativo de estas tres obras?
El sobre nació como una continuación natural del trabajo, mientras buscábamos una obra larga que montar juntos tras la buena experiencia de La herencia. Yo quería experimentar con ciertos recursos de mezclar comedia, drama y suspense, experimentar con ritmos y silencios… y este experimento funcionó muy bien con el público de El sobre. Igual o mejor que con La herencia. Así que al final les propuse convertir estas dos obras, y una más, en un espectáculo de algo más de una hora. Escribí la tercera obra con una actriz en la cabeza, Montse Peidro, y tuve la suerte de que le gustó y se ha sumado al proyecto. Ella hace también el papel de maestra de ceremonias de la obra, una alegoría de La Muerte, y nos presenta las obras en un nuevo experimento que estrenamos en Málaga, Madrid y Valladolid en primavera, Una tarde con La Muerte. La muerte va a ser el tema que engloba muchos mensajes de la obra, pero presentado con drama, humor negro, suspense y mucho más, así que imagino que las charlas con el público van a ser de lo más interesante.
– ¿De qué proyectos te sientes más orgulloso hasta el momento y cuáles te gustaría realizar en el futuro?
La verdad es que de cada proyecto he sacado cosas buenas… las malas las llamo “un master muy caro”. Yo aprendo de todo, y no me arrepiento de nada. En muchos casos aprendes con quién no volver a trabajar, a qué sitio no volver a ir… y sobre todo intento aprender sobre mis propios mecanismos, qué proyectos me sientan bien, y cuáles no.
Cada proyecto tiene sus retos: Amor y Muerte me obliga a subirme al escenario, cosa que nunca había hecho de esta manera, o Una tarde con la Muerte me expone como dramaturgo. Todo es un reto, y el fracaso, aunque no me guste, no me tira abajo. A veces me da pena, como con La Musa y el Lobo, un proyecto precioso de teatro, que por la pandemia y otras cosas no despegó como debiera.
Pero yo soy muy obsesivo… y volverá. En el futuro inmediato quiero hacer más teatro y música, y estoy fraguando dos documentales pequeños. En esta época estoy investigando sobre la mezcla de lenguajes, y sobre (y con) algunas mujeres muy interesantes.
También quiero retomar la enseñanza más pronto que tarde. Estoy intentándolo por varias vías, pero no consigo sacar el tiempo para terminar de perfilar unos cursos que llevo un tiempo desarrollando.
«De cada proyecto he sacado cosas buenas… las malas las llamo “un máster muy caro”.»
«Yo aprendo de todo, y no me arrepiento de nada»
– ¿Que consejo darías a una persona que quiera seguir tus pasos?
Lo primero, que no siga mis pasos, sino que busque los suyos. Que escuche más que hable. Que sea crítica, pero con respeto a la diferencia, y que sea una persona generosa. Que se pregunte qué es el éxito para él o ella, porque de eso depende todo. Que se pregunte si busca el arte puro, comunicar con el público, ganar dinero, la fama o cualquier otra cosa, pero con honestidad absoluta. Y que se prepare para un día bueno y cien malos. Creo que me he venido arriba, pero no podía elegir uno.
– Un deseo que te gustaría se hiciera realidad
Tener un espacio propio, donde pudiera combinar lo empresarial con lo artístico. He mirado varias veces, y he estado a punto de encontrarlo, pero por diferentes momentos, aún no ha llegado el momento de liarme la manta a la cabeza. Y por supuesto, que algún mecenas loco me descubra. Por pedir…
«Me gustaría tener un espacio propio, donde pudiera combinar lo empresarial con lo artístico»
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