15 junio, 2016 / Portadas
El Quatre
«Sólo se conoce un país cuando se ve con nuestros mismos ojos y cuando hablas con sus gentes y percibes sus problemas y esperanzas»
Georgina Higueras – Periodista
Georgina Higueras tiene una larga e interesante trayectoria dentro del periodismo especializado en política internacional. Su carrera se ha centrado en Asia, particularmente en China, de la que ha vivido su transformación y apertura a Occidente. Ha realizado entrevistas a los principales líderes políticos del continente pero ha prestado la misma atención a las pequeñas historias de las personas anónimas para describir los contextos de cada país. Ha cubierto conflictos armados en Camboya, Chechenia o Irak entre otros y sus artículos se han publicado en los principales medios, entre otros la Agencia Efe, El País, El Periódico, Público, Política Exterior y en la actualidad comienza una colaboración con el semanario Ahora.
Nos habla de manera pausada de sus estancias en numerosos países, de las personas que ha conocido y las guerras en las que ha estado presente. Sigue entusiasmada por el periodismo y por todo lo que supone investigar y hacer comprender la geopolítica internacional. Dice que con la experiencia ha ganado en tranquilidad y que no le asustan los nuevos retos ni los nuevos viajes que quiere emprender.
Es un verdadero placer contar con ella en YanMag.
– ¿Cuándo comenzaste a interesarte por China y por qué decidiste especializarte en este país?
Cuando a los 16 años me regalaron el I Ching, El Libro de las Mutaciones, un conjunto de oráculos, al que se atribuyen 47 siglos de antigüedad. Me pareció un libro fascinante que solo podía ser obra de una grandiosa civilización. A partir de entonces, me dediqué a leer todo lo que encontraba sobre China, incluido El Libro de las Maravillas, de Marco Polo, que se convirtió también en un amigo inseparable, que me abrió las puertas a la aventura, a la mágia del Taklamakan, de las caravanas de camellos, de los palacios del Gran Khan…y a un mundo desconocido que me llamaba y me invitaba a descubrir millones de historias que no sabía.
La pasión juvenil evolucionó a un auténtico interés y cuando terminé la carrera me fui a Pekín a realizar un máster en Historia de las Relaciones Internacionales de China de 1840 a 1949. Corría el año 1979. Después llegó la oferta de trabajo de la Agencia Efe para ser delegada en China, permanecí hasta mediados de verano de 1984.
Aunque no he vuelto a vivir en China de forma permanente he seguido siempre su actualidad y el desarrollo económico, político y social. He viajado muchas veces al país, entrevistado a su dirigentes, a su intelectuales, empresarios… y poco a poco me he ido especializando.
– Hablas chino con fluidez y estudiaste un Máster en la Universidad de Pekín sobre las Relaciones Internacionales de China a principios de los años ochenta? ¿fue muy complicada la adaptación? ¿cómo fue tu vida de estudiante allí?
Fueron unos años apasionantes. Sin duda, uno de los periodos más interesantes de la historia de China: el fin de la autarquía y la apertura al exterior. Vivirlo como testigo es una experiencia única que enriquece para siempre. La vida era dura porque el control del régimen era fuerte y la gente había sufrido mucho durante la Gran Revolución Cultural (1966-1976) y no confiaban en nadie y menos en un extranjero, pero asistir al despertar chino, palpar el entusiasmo de las gentes por descubrir lo que había más allá de la Gran Muralla era fascinante.
«Asistir al despertar chino, palpar el entusiasmo de las gentes por descubrir lo que había más allá de la Gran Muralla era fascinante»
– Posteriormente trabajaste para la agencia EFE en Pekín y después corresponsal del diario El País en China ¿cómo fue personal y profesionalmente este periodo?
Para la EFE trabajé dos años y medio, desde abril de 1982 a mediados de verano de 1984. Fue muy intenso. Cada día había algo nuevo de lo que escribir, algo que cambiaba, una curiosidad. Muchas veces en una cena te enterabas de algo interesante y como tenía la oficina y la vivienda juntas, después de la cena me ponía a trabajar. Aparte de las cinco semanas que me tomé de vacaciones por año, creo que solo dejé de escribir tres días en todo aquel tiempo. Era imposible no contar lo que pasaba. Disfruté muchísimo. Allí las noticias no venían a ti, tenías que buscarlas porque no había libertad de prensa. Tenías que estár alerta, tener y fomentar contactos, moverte. Era un no parar, pero eso precisamente era lo que me gustaba.
Con El País no fui corresponsal en China. Yo era la enviada especial para Asia y eso me permitió viajar por todo el continente y ver a China desde todos y cada uno de sus vecinos, estudiar sus relaciones, la influencia…, además de volver al país con relativa frecuencia.
«Allí las noticias no venían a ti, tenías que buscarlas porque no había libertad de prensa. Tenías que estás alerta, tener y fomentar contactos, moverte. Era un no parar, pero eso precisamente era lo que me gustaba.»
– Recientemente y junto a otros periodistas españoles, has realizado una visita a la Ruta de la Seda, una fuerte apuesta del gobierno chino por su expansión comercial terrestre, ¿qué va a suponer esta transformación para la zona?
La Ruta de la Seda es un megaproyecto que pretende unir los dos extremos del continente euroasiático a través de una fabulosa red de infraestructuras de transporte terrestre y marítimo, que reduzcan los tiempos que hoy necesita el comercio, de manera que se fomenten los intercambios y se impulse el desarrollo de toda la zona, con la creación de grandes centros logísticos de industrialización. Además, prevé multiplicar la conectividad energética a través de redes de gasoductos y oleoductos, así como la tecnológica con la extensión del cableado para la tecnología de la Información. Esto puede suponer un enorme salto para todo el continente, en especial para los países más deprimidos de Asia Central. China considera que el impulso a los intercambios culturales y el desarrollo económico son la mejor arma contra la radicalización y el extremismo islámicos, contra el terrorismo y contra la guerra.
– También has sido enviada especial en el resto de Asia, ¿ha ido cambiando tu percepción sobre el continente a medida que has ido conociendo cada uno de sus países?
Por supuesto. Se puede leer mucho, ver muchos documentales y películas, pero sólo se conoce un país cuando se ve con nuestros mismos ojos y cuando hablas con sus gentes y percibes sus problemas y esperanzas. Viajar es fundamental para entender, abrir la mente y ser capaz de valorar las distintas situaciones vitales.
«Viajar es fundamental para entender, abrir la mente y ser capaz de valorar las distintas situaciones vitales»
– Como corresponsal has cubierto conflictos armados como el de Camboya y Vietnam o Afganistán, ¿cómo te preparaste anímicamente para una situación de guerra?
¿qué poso dejaron en tí estas experiencias?
Mi primera experiencia con el horror de la guerra fue en Camboya durante la invasión de los vietnamitas, que pusieron fin al régimen de los Jemeres Rojos. Los campos de refugidos que se extendían por la frontera con Tailandia estaban llenos de civiles, en su mayoría mujeres y niños, a muchos de ellos les faltaba una pierna, o las dos, o un brazo. Era consecuencia de las minas antipersonas plantadas por todo el país. Me impresionó muchísimo, así como sus historias. Allí aprendí que no hay una guerra justa y que los desastres de la guerra siempre los pagan los inocentes. Desde entonces he cubierto muchas más. Siempre he tratado de dar voz a los que no la tienen, a esos que lo único que de verdad quieren es que les dejen vivir en paz. Sun Zi el gran estratega chino consideraba que la guerra en sí era una derrota y que había que intentar por todos los medios someter al enemigo sin presentar batalla.
«Siempre he tratado de dar voz a los que no la tienen, a esos que lo único que de verdad quieren es que les dejen vivir en paz»
– Desde 1997 a 2001 viviste en Moscú siendo corresponsal para la Cadena SER, ¿qué supuso para ti este cambio de localización y de cultura?
Rusia también es un país especial, a caballo entre Europa y Asia, tiene mucho de los dos extremos del continente. Como en China, viví un periodo muy interesante, pero Rusia mientras en Pekín se experimentaba con prueba y error y podías percibir los avances, en Moscú la situación se deterioraba a pasos agigantados. Fue muy duro ver el desencanto de la gente con el ansiado capitalismo, el saqueo del patrimonio estatal por un puñado de magnates y la deriva del país hacia una nueva guerra con Chechenia que, como la de 1994-1996, costó miles de muertos.
– Has trabajado habitualmente como periodista para diferentes medios de comunicación, pero entre 2009 y 2010 trabajaste como Directora General de Comunicación de la Defensa, ¿cómo cambia tu trabajo de corresponsal a la comunicación de un ministerio tan complejo?
El cambio es radical. El trabajo del comunicador es vender su noticia-producto y el del buen periodista, más que comprarla desenmascararla. Yo nunca había hecho comunicación, ni dirigido un equipo tan grande. Me pareció un reto extraordinario y lo acepté con mucha ilusión. Me dio la oportunidad de conocer por dentro el Gobierno y las Fuerzas Armadas de mi país. Aprendí muchísimo porque la ministra, Carme Chacón, era una persona muy activa y fueron tiempos complicados con varios frente abiertos, empezando por el secuestro del Alacrana en el Índico.
– Has creado, junto a otros compañeros, la Asociación de Antiguos Estudiantes Españoles en China, para promover los intercambios culturales y educativos entre China y España ¿qué proyectos tenéis para el futuro?
Cuando, después de 25 años, decidí irme de El País pensé que tenía que hacer otras cosas que me llenaran. Lo primero fue volver a la Universidad. Tenía ganas de tomarle el pulso al mundo académico y a la sociedad española después de tanto viaje por Asia. Hice un máster en Historia Contemporánea, que terminé en noviembre de 2014. A partir de entonces, junto con los otros siete antiguos estudiantes en China, decidimos poner en marcha la AAEECh. Finalizadas las cuestiones burocráticas, hemos hecho un primer acto para impulsar el conocimiento de los estudiantes chinos en España del Camino de Santiago y otro comparativo entre las figuras y el pensamiento de Miguel de Cervantes y Tan Xianzu. Queremos apoyar la conectividad entre las sociedades de los dos países y estamos abiertos a trabajar en los proyectos que tengan esa línea, desde el turismo a la enseñanza del español y del chino.
– Habiendo vivido en occidente y en oriente ¿crees que todavía existe demasiado desconocimiento mutuo entre ambas culturas o gracias a las nuevas tecnologías la situación se está transformando de manera positiva?
El desconocimiento es enorme, pero indudablemente menor que hace una década. Las nuevas tecnologías ayudan, pero también extienden y refuerzan los estereotipos si no se selecciona bien lo que se ve, se lee y se escucha. En cualquier caso, la fusión de Oriente y Occidente puede apreciarse hoy en la cocina, en el arte, la música… Nuestras culturas, que como bien demuestra la Ruta de la Seda, se han relacionado desde hace veintidós siglos, tienen hoy más que nunca interconexión de la que se nutren y se enriquecen.
«Las nuevas tecnologías ayudan, pero también extienden y refuerzan los estereotipos si no se selecciona bien lo que se ve, se lee y se escucha.»
– ¿Cómo es en este momento un día normal en tu trabajo?
No existe un día normal de trabajo, porque al no estar ligada a una actividad concreta, lo mismo tengo que escribir un análisis político, que un reportaje de viajes, que dar una conferencia o una clase. Si no tengo una actividad concreta, trabajo en una novela.
– Con tantos desplazamientos en tu carrera por las corresponsalías ¿has podido compaginar la vida laboral y personal / familiar?
Sí. Tengo dos hijos maravillosos y cuando me preguntan cómo se lleva la maternidad y la corresponsalía de guerra siempre contesto que lo mejor que pueden tener unos hijos es una madre realizada en su profesión. Lo importante no es la cantidad sino la calidad del tiempo que les dediques. Yo era feliz con mi trabajo y les trasmitía a mis hijos esa satisfacción. Confío en que ellos hagan lo mismo con los suyos.
– Mirando toda tu trayectoria, ¿de qué momentos te sientes más orgullosa y cuáles cambiarías?
Creo que me siento más o menos orgullosa de todo. Soy muy positiva. Las cosas negativas me sirven de experiencia. En cuanto a cambiar, creo que el pasado no mueve molinos y por tanto prefiero dejarlo donde está, porque ¿si ya no puedo cambiarlo, para qué pensar en ello?
– ¿Entra también Asia en tus momentos de ocio o prefieres apartarla al ámbito laboral?
Por supuesto que Asia entra en mis momentos de ocio. Leo a muchos escritores asiáticos y uno de mis grandes placeres fue hacer un viaje con mi familia –fue el primer contacto de mis hijos con Asia— a Vietnam, Laos y Camboya, hace tres años. Tres semanas y media que para ellos fue una gran experiencia. Les gustó tanto que al año siguiente mi hija se fue con una ONG a Nepal en verano y mi hijo a Bangladesh al Banco de Mohamed Yunus para un trabajo de sus estudios universitarios.
– Un deseo que te gustaría se hiciera realidad
Volver a China con un proyecto interesante.
«Deseo volver a China con un proyecto interesante»
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