Aitziber Urtasun – Educadora Artística

Aitziber Urtasun - Educadora Artistica. Foto: Mikel Tolosana

En el Foco es una sección de YANMAG que recomienda el trabajo de profesionales que nos interesan y cuya trayectoria recomendamos seguir

 

Aitziber Urtasun es educadora artística, comisaria independiente de exposiciones, artista y cooperante internacional. Con una sólida formación, ha desarrollado su trayectoria profesional como educadora en instituciones públicas y privadas tan importantes como el Museo de Bellas Artes y el Museo Guggenheim de Bilbao. En la actualidad es la responsable del Departamento de Educación de la Fundación Museo Jorge Oteiza en Pamplona, labor que desarrolla desde hace casi 20 años y donde ha diseñado programas educativos y de mediación para el museo.

Además de su intensa labor en el museo, dedica el tiempo libre que le queda a colaborar con diferentes ONGs que trabajan con refugiados diseñando programas específicos para ellos.

Conversamos con ella para conocer a una profesional apasionada, comprometida con su trabajo y de una calidad humana excepcional, que defiende el arte que está vivo por encima de los objetos y que transforma a las personas generando afectos.

 

– ¿Cuándo decidiste que querías dedicarte a la educación en arte y cómo encaminaste tu formación?

El arte ha formado siempre parte de mi vida. Desde pequeña he pintado, he practicado ballet, danza contemporánea, teatro y mimo. Pero todo ello formaba parte de mí de una forma natural, no académica. Era simplemente una forma de expresarme y comunicarme en un mundo, que por mi hipersensibilidad, siempre me ha resultado complejo.
Cuando acabé el instituto me sentía perdida y no tenía nada claro qué estudiar. Yo soy la única persona de mi familia que ha ido a la universidad así que tampoco tenía referentes académicos en mi entorno. Por ello, y de una manera muy intuitiva, decidí estudiar el Grado de Empresas y Actividades Turísticas en la Universidad de Deusto. Era un grado que me permitía acceder al mundo laboral de forma rápida  (me fui de casa con 21 años), estudiar idiomas y viajar, mi gran pasión.
Cuando acabé los estudios la ciudad de Bilbao empezó a vivir la revolución de la apertura del Museo Guggenheim y a través de una de mis profesoras puede entrar a trabajar allí como educadora. El Museo Guggenheim tenía un perfil muy internacional y necesitaban gente con idiomas. A partir de ahí todo avanzó muy rápidamente como en un montaje de fichas de dominó.
Descubrí que me encantaba acercar el arte a los demás, contar historias, activar mentes y, sobre todo, compartir conocimientos y sentimientos desde el arte. Al mismo tiempo que trabajaba amplié mis estudios universitarios en la Universidad Pública del País Vasco en la Facultad de Historia del Arte y realicé también un Máster en Arte Contemporáneo en el que fui becada por el Museo de Bellas Artes de Bilbao, lo que me llevó después a trabajar también con ellos. De allí a la Fundación Museo Jorge Oteiza, pasando por experiencias en Francia o Suiza. Y sigo dejando caer las fichas del dominó sin pensar demasiado en ello.

 

Aitziber Urtasun - Educadora Artistica. Foto: Mikel Tolosana

– ¿Qué es para ti el arte y cómo influye en tu vida y en tu trabajo?

El arte es para mí una forma de entender la vida desde una mirada lenta, reflexiva, afectiva y crítica. No sabría decir dónde empieza el arte y dónde el trabajo en mi vida diaria. Son parte de lo mismo. Lo que sí tengo claro desde hace muchos años es que la única práctica artística que me interesa es la del arte vivo, que cuenta historias, que pone a las personas por encima del objeto, que ayuda a generar afectos y a aliviar dolores y que trabaja a favor de una sociedad crítica, empática y comprometida con un mundo solidario e inclusivo.

 

– ¿Cómo crees que se rompe el tópico de que la cultura y en especial el arte contemporáneo es sólo para unas pocas personas especializadas? 

Creo que una de las asignaturas pendientes es derribar las barreras entre el arte contemporáneo y el arte realizado en etapas anteriores. Es importante que avancemos hacia una educación del arte en la que la obra deje de explicarse y de vivirse únicamente como un objeto artístico y se vea como una herramienta viva, que evoluciona en paralelo a su entorno. Tenemos que dejar de explicar el arte únicamente como una sucesión de acontecimientos históricos y, sobre todo, antes de enseñar pedagogía del arte hay que trabajar la pedagogía de la sensibilidad.

 

– ¿Qué cambia el arte en las personas y por qué se debe educar en arte?

El arte como objeto de consumo sin más puede generar entretenimiento o disfrute pero en sí mismo no cambia nada ni a nadie. Es necesaria una mediación sensible, afectiva y crítica para que el arte funcione como herramienta de transformación y de crecimiento personal. El arte transforma cuando pasamos de mirar a ver, y para eso hay que aprender a ver, hay que trabajar la mirada, la percepción, la sensibilidad y la reflexión. Aunque parezca que todo esto surge sólo la mayoría de las personas necesitan cierta ayuda en ese camino de aprendizaje.

 

Aitziber Urtasun - Educadora Artistica. Foto: Mikel Tolosana

 

– Has trabajado en instituciones como el Museo de Bellas Artes y el Museo Guggenheim, ambos en Bilbao, ¿cómo fueron para ti estas experiencias y qué aprendiste?

Fueron dos experiencias distintas pero muy enriquecedoras. Yo llegué al Museo de Bellas Artes de Bilbao becada por el Máster de Arte Contemporáneo de la Universidad de Deusto siendo muy joven y con ninguna experiencia en museos. En ese momento trabajaba como traductora y en turismo cultural. Allí descubrí la magia de un museo: ese mimo hacia una colección de la que no dejabas de descubrir cosas cada día, esa posibilidad de contar historias desde el arte o la capacidad del museo de ser escuela sin las ataduras de la educación formal. Además, el equipo de educación, a quien sigo admirando mucho, me enseño muchísimo.
La experiencia en el Museo Guggenheim fue distinta. En un principio yo trabajé realizando visitas guiadas para público francófono y anglosajón. Eso me permitió comprender cómo la mirada sobre la obra de arte no se construye sólo desde la narración de la Historia de Arte sino también desde la herencia cultural de quien la mira. En un mismo día yo podía mostrar la misma exposición a americanos, suizos, franceses o israelitas y al finalizar siempre parecía una muestra distinta. Creo que en esa época aprendí que escuchar otras voces es la mejor manera de crecer como persona, incluso si algunas de las cosas que dicen no te gustan.

En la última etapa, entré a formar parte del proyecto Learning Through Art en el que se desarrollaban distintos talleres desde el arte en materias tan distintas como la biología, las matemáticas, la historia o la lengua en centros de Primaria y Secundaria. Aprendí a trabajar desde la transversalidad de lenguajes y a comprender que la obra de arte es una herramienta para trabajar cualquier asignatura o contexto. Fue muy importante porque parte de esa metodología es la que aplico en mi actual trabajo.

 

– También has sido comisaria de exposiciones en el Centro de Arte Contemporáneo de Huarte, la Fundación Museo Jorge Oteiza, el Ayuntamiento de Pamplona, el Ayuntamiento de Bilbao o el Museé Guetary, ¿qué buscas al hacer comisariados y de qué proyecto te sientes más orgullosa hasta el momento?

Para mí el comisariado es una forma de contar historias. Nunca he tenido paciencia para embarcarme en investigaciones larguísimas por lo que no busco descubrir nuevos relatos de la historia sino más bien trabajo para compartir con el público de forma sencilla y honesta mis sensaciones o vivencias con una obra, un artista o un periodo de la historia.
Me siento muy orgullosa de la exposición Homo Ludens. El artista frente al juego que realicé hace años para la Fundación Museo Jorge Oteiza. Pero también de muestras muy humildes como Tu Caja. Mi refugio que organicé para el Centro Cultural Civivox de Pamplona y en la que mostré el trabajo realizado durante tres meses con un grupo de presos de la cárcel de Pamplona. Ellos no pudieron salir a verla pero les envié a la cárcel los artículos de periódico sobre la muestra y las fotos del montaje y estaban emocionadas. Recuerdo que algunos de ellos me escribieron cuando fueron trasladados de centro penitenciario para “invitarme” allí a hacer un nuevo proyecto. Me emocionan las pequeñas historias.

 

– Eres responsable del Departamento de Educación Estética de la Fundación Museo Oteiza desde su apertura, ¿en qué consiste tu trabajo y cómo lo planteas en función de las personas que asisten a los talleres?

Mi trabajo consiste en planificar, diseñar y, en gran medida, ejecutar las actividades de formación y mediación del museo. Es decir, me encargo de las actividades vinculadas a los centros escolares, a la formación de docentes y al diseño de actividades de mediación de las exposiciones temporales para los distintos públicos del museo.
En paralelo, y como una parte esencial de mi trabajo porque creo que se ha transformado en una marca diferencial frente a muchos otros museos, desarrollo varios proyectos inclusivos y sociales desde el arte en entornos de vulnerabilidad. Hemos desarrollado proyectos en centros penitenciarios, hospitales infantiles, centros de salud mental, asociaciones de maltrato a la mujer…y más y más.

 

– ¿Cómo es un día normal en tu trabajo?

No sé si se puede decir que yo tenga días normales de trabajo. En un mismo día puedo realizar una visita a alumnado de un máster universitario, estar con niñas y niños de tres años, realizar un taller en un hospital de drogodependencia y preparar una clase para profesorado de Secundaria o una conferencia. Es tan apasionante y tan agotador como suena. A ello se suman mil labores de carácter administrativo y burocrático de la que nadie nos libramos en el día a día de un museo. Es un milagro que no me haya vuelto loca. O igual lo he estado siempre y por eso este tsunami diario no ha acabado aún conmigo. Afortunadamente, mis compañeras y compañeros de museo son maravillosos y siempre hay alguien para echar una mano.

 

– Durante todos estos años has trabajado con personas muy diferentes, cada una con experiencias muy distintas, ¿qué es lo que te sorprende del intercambio en tus clases con los alumnos?

Como te decía antes yo trabajo con niñas y niños de 3 años hasta adultos, además de colectivos vulnerables de contextos muy distintos, así que el aprendizaje es constante. Los más pequeños te enseñan a no perder nunca la curiosidad y te sacan una sonrisa hasta en los peores días, los adultos te cuestionan tus conocimiento de forma constante lo que es muy positivo para no dejar nunca de aprender, y los colectivos más vulnerables te acarician el corazón y te ponen los pies sobre la tierra para recordarte que pese a todo y todos eres muy afortunada.

 

– ¿Qué consideras que es lo más complicado de tu trabajo?, ¿y lo más satisfactorio?

Creo que lo más complicado es trabajar la narración en niveles muy distintos, desde lo infantil a lo universitario. Cambiar de registro en un mismo día puede ser agotador. También es complicado, aunque para mí es la parte más interesante de mi trabajo, el ejercicio de creatividad que supone diseñar con poco margen de tiempo talleres muy distintos, para públicos muy distintos. Si me pongo a pensar los cientos de talleres que he diseñado en los últimos diez años me puedo llegar a marear.

 

Aitziber Urtasun - Educadora Artistica. Fotos: Iñaqui Porto y Luis Azanza

 

– ¿Qué evolución personal y profesional sientes que has tenido en todos estos años y a qué conclusiones llegas?

Soy consciente de todo lo que he aprendido a nivel intelectual gracias al estudio y a todas las grandes personas que he conocido a lo largo de todos estos años, pero tengo tantos miedos como al principio aunque evidentemente me equivoco menos en todos los sentidos. Pero espero seguir siendo igual de curiosa, honesta y humilde que cuando cruce las puertas del Museo de Bellas Artes siendo una niña.

 

– En paralelo a tu trabajo en el museo colaboras muy intensamente con distintas ONGs como educadora artística y has viajado a distintos países de África o a diversos lugares de Grecia como Atenas, Lesbos o Samos. En tu último viaje has trabajado durante más de un mes con la ONG suiza Action for Education con jóvenes del Campo de Refugiados de Vial en la Isla de Quíos ¿cómo planteas el trabajo con los refugiados y qué respuesta han tenido?

Llevo cinco años viajando a Grecia y no ha sido un trabajo sencillo. Si la educación artística es una labor muy poco valorada en nuestro entorno a nivel educativo e incluso en las propias instituciones culturales imagínate allí. El arte se integra dentro de estos entornos en las actividades de entretenimiento pero no como parte de su formación o como una herramienta para ayudarles psicológicamente a sobrellevar el drama vivido y en el que seguirán sufriendo inmensamente durante muchos años. Porque llegar a Europa no es conseguirlo, sino empezar un nuevo calvario hasta encontrar un lugar donde construir una nueva vida.
Pero yo he visto cómo niñas que llevaban meses sin hablar han conseguido volver a comunicarse gracias a la pintura, he visto cómo adolescentes con graves problemas mentales volvían a creer en sí mismos gracias a la fotografía, he visto cómo mujeres aterradas conseguían compartir la narración de su violación en el viaje gracias al taller de dibujo… He visto tanto sufrimiento que se ha aliviado gracias a la práctica artística que nadie podría convencerme de que no es útil. Ahí sigo. Por algo será.

 

Aitziber Urtasun - Educadora Artistica

– ¿Tienes planeados proyectos para trabajar en otros campos de refugiados?

Sí, en Septiembre viajaré a Palestina para trabajar con la ONG Hope and Peace, una ong local de Nablus que trabaja con niñas y niños de la calle y con un gran campo de refugiados de la zona. Es un viaje soñado que me hace especial ilusión aunque sé que no será sencillo. Viajar sola siendo mujer siempre añade un grado de dificultad a este tipo de viajes.

 

– Como artista, has presentado performances en diferentes espacios públicos ¿cómo fueron estos proyectos y cuál recuerdas de manera más especial?

Me apasiona la performance tanto como espectadora como cómo artista. Como te comentaba antes he practicado danza, teatro y mimo durante mucho tiempo y la expresión desde el cuerpo es para mí una herramienta esencial. A esto se añade que en mi vida personal soy una persona de aspecto calmado pero muy vehemente, pasional y sexual por lo que canalizar mi sensibilidad y mi expresividad corporal desde la performance me ayuda. La performance para mí, porque no siempre tiene que ser así, es una forma de limpiar heridas. Incluso cuando me han pedido una performance para algo concreto estaba, sin decirlo, contando una historia personal.

Recuerdo una titulada Navegar es necesario, vivir no que realicé en Lanzarote. Fue una acción en la que me “limpiaba” de una ruptura sentimental que me había hecho mucho daño porque fue una relación en la que me sentí siempre engañada en muchos aspectos. La acción acababa bañándome en el mar, y teniendo en cuenta que soy Piscis y medio pez el mar es lo más sanador que conozco. Fue muy hermosa.

 

Aitziber Urtasun - Educadora Artistica. Foto Mikel Goñi

 

– ¿A qué dedicas tu tiempo cuando no trabajas?

Bueno, me considero una persona con aficiones muy normales. Soy muy urbanita, aunque disfruto de la naturaleza si se da el caso, así que me encanta patear la ciudad y devorar un libro en una terraza con un buen vino. También me apasiona el cine así que veo todo lo que puedo. Como buena vasca me gusta mucho comer pero también cocinar. A veces dibujo, hago yoga o destrozo la cámara haciendo fotos espantosas (risas).
Mi gran pasión es sin duda viajar e intento hacerlo de la manera más libre posible. No tengo problema en viajar sola. Y cuando viajo me gusta salir de mi zona de confort.
Pero por encima de todo me gusta aprender cosas nuevas. Siempre he dicho que para ser una buena educadora no puedes nunca dejar de ser alumna. Mi última locura ha sido empezar a estudiar árabe. No sé si lo conseguiré pero al menos lo estoy intentando.

 

– Un deseo que te gustaría se hiciera realidad

Un deseo como utopía: que la gente deje de mirarse el ombligo y deje de vivir sólo por y para ellos. Pasar por la vida sin haber hecho nada por los que más necesitan me parece deleznable.
Un deseo profesional: Fundar una ONG que lleve el arte a los rincones más olvidados o abrir una floristería.
Un deseo de vejez: retirarme a una isla donde lo primero que haga al despertarme sea bajar a la playa a mojarme los pies.

 

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Fotografias de Mikel Goñi, Iñaqui Porto, Luis Azanza, Mikel Tolosana y Aitziber Urtasun.

 

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