«Para ser buen abogado, hay que amar lo que haces y tener una base excelente»
Marta Suárez-Mansilla es abogada, asesora jurídica especializada en Derecho de la Cultura y gestora cultural. Con más de 10 años de experiencia en el sector cultural, ha desarrollado su trayectoria profesional liderando proyectos para diferentes instituciones públicas y empresas privadas como ArtMadrid, Biblioteca Nacional de España, Fotoforum, Festival de Arte Sonoro Español, Hablar en Arte o The Studio of Nicola Green entre muchos otros.
Conocedora en profundidad del mercado del arte desde todas sus perspectivas, ha fundado ArtWorld Law, una asesoría jurídica que busca orientar a los profesionales del mundo del arte y la cultura en materia legal. En ella aconseja a coleccionistas, artistas y comisarios sobre propiedad intelectual, compraventa de obras de arte y gestión de colecciones, relaciones internacionales, tratamiento fiscal, gestión y protección de patrimonio.
Conversamos con Marta y descubrimos a una profesional apasionada por su trabajo, con una sólida experiencia y formación, que trata cada tema con inteligencia y sensibilidad.
– Estás a punto de doctorarte en Derecho en una línea de investigación centrada en el negocio del arte y la protección del patrimonio; además, previamente cursaste un máster de dos años de Investigación en Derecho de la Cultura, ¿por qué decidiste orientar tu carrera al mundo de la cultura?
La cultura es una parte esencial de mi vida, pero no por un tema profesional, sino por una cuestión vital. Desde siempre he sentido un interés genuino por las manifestaciones artísticas, y yo misma practiqué muchas de ellas durante años, desde la danza, a la pintura, la fotografía, la escritura o el teatro. He vivido el fenómeno de la creación desde sus dos caras: el disfrute de ver y apreciar el trabajo de otros, así como el deseo de dar rienda suelta a mi propia creatividad. Hoy el tiempo disponible es cada vez más escaso y he dejado algunas de estas prácticas a un lado. Pero guardo un recuerdo muy vívido de todo lo que han supuesto para mí y puedo decir con gran satisfacción que algunos de mis trabajos fueron premiados en certámenes muy diversos y he obtenidos premios en fotografía, literatura y teatro.
Al terminar mis estudios de Derecho, no era consciente de la posibilidad de explorar un campo de especialización en el que mi formación académica se proyectase sobre mis intereses culturales. En mi caso, y siguiendo casi un camino predefinido para muchos licenciados en Derecho, comencé a preparar unas oposiciones al Cuerpo de Notarios, pero, finalmente, me di cuenta de que esa profesión no era para mí. Me sentía muy lejos de los temas que me movían por dentro, que me emocionaban y que me atraían.
Quienes me conocen saben que soy una persona muy entregada, sumamente trabajadora y entusiasta. Así que sentí que era el momento de reconducir todas esas energías hacia otra dirección. De hecho, esos años de preparación son hoy una base de conocimiento imprescindible en mi día a día, porque para ser buen abogado, hay que amar lo que haces y tener una base excelente.
Cuando decidí dejar las oposiciones, aún no había descubierto la posibilidad de aprovechar todo ese conocimiento y aplicarlo al sector cultural, la revelación vino cuando me fui a Madrid a estudiar un Máster de Gestión y Liderazgo de Proyectos Culturales, de la Universidad Rey Juan Carlos. Ahí caí en la cuenta de que tanto la gestión de proyectos, como el lanzamientos de iniciativas, el desarrollo profesional de artistas, creadores y gestores, el negocio de galerías, casas de subastas, compañías de teatro o danza, productoras audiovisuales… y un largo etcétera, necesitaba también servirse de las normas existentes, pero requería conocer la especial idiosincrasia del ecosistema cultural desde dentro. Todas estas actividades son ámbitos de negocio, sin embargo, tratan con una materia especialmente sensible en la que se proyectan muchos aspectos personales, vocacionales y emocionales de los creadores. Conocer sus entresijos, ser permeable a las situaciones y manejar a su vez toda la compleja normativa que se les aplica son mi base de trabajo. Al fin y al cabo, no dejo de ser también una gestora cultural.
«La cultura es una parte esencial de mi vida, pero no por un tema profesional, sino por una cuestión vital»
«Conocer sus entresijos, ser permeable a las situaciones y manejar a su vez toda la compleja normativa que se les aplica son mi base de trabajo»
– ¿Cómo vives la cultura personal y profesionalmente?
Para mí la cultura es una necesidad como persona. Consumirla, disfrutarla y contribuir a crearla. Desde un punto de vista antropológico, todos hacemos cultura, porque estamos ante un fenómeno inherente a la colectividad y al desarrollo del individuo en sociedad. Aunque esto parezca pura filosofía, no lo es. El Derecho también se preocupa y ocupa de estas cuestiones. Por poner un ejemplo, el hecho de que nuestra Constitución reconozca expresamente el derecho de acceso a la cultura no es una mera declaración programática, es un derecho en toda regla a cuyo cumplimiento se obligan los poderes públicos. Esto se traduce en medidas más tangibles como las franjas horarias de acceso gratuito a los museos nacionales. No es pura caridad, es el cumplimiento de un deber por parte de las instituciones.
Estas elaboraciones más teóricas parecen no afectar al día a día de los ciudadanos. No obstante, su impacto es de enorme relevancia. Estos principios son los que poco a poco van calando en la comunidad internacional, en el sentir colectivo, en las nociones de identidad y pertenencia… y, al final, sirven para elaborar convenciones internacionales y trabajar hacia un verdadero sistema de salvaguarda cultural.
Estos temas me apasionan, aunque no constituyen mi día a día laboral. Por este motivo me decidí a realizar el doctorado, porque el ámbito académico me ofrece un campo de reflexión y trabajo muy constructivo y enriquecedor. Además, me permite seguir aportando conocimiento y compartir ideas a través de publicaciones y artículos con una verdadera voluntad de impacto social.
Desde mi labor como abogada y gestora, creo que vivo la cultura desde una perspectiva proteccionista, de respeto y de libertad para crear. Si recibo alguna consulta de un artista, quiero ponerme en su piel, saber qué busca con su trabajo, para entender mejor el problema que tiene o el asesoramiento específico que busca. Conozco muy bien el mercado, de manera que soy capaz de anticiparme a muchas potenciales situaciones que a veces mis clientes ni siquiera habían barajado.
Otro tanto puedo decir respecto de coleccionistas, compradores o galerías de arte. Entender los mecanismos de este sector de actividad es fundamental para ofrecer un buen servicio.
«Conozco muy bien el mercado, de manera que soy capaz de anticiparme a muchas potenciales situaciones que a veces mis clientes ni siquiera habían barajado»
«Entender los mecanismos de este sector de actividad es fundamental para ofrecer un buen servicio»
– También eres especialista en Derecho Internacional, Copyright y Propiedad Intelectual por la Harward Law School y la UCLovain ¿cómo fueron estas experiencias en el extranjero y qué dimensión te dieron sobre el derecho en cultura?
Al trabajar en el sector cultural, es imprescindible conocer la normativa sobre propiedad intelectual y los casos más frecuentes que pueden surgir en torno a los derechos de autor, tanto para los autores como para quienes quieren explotar económicamente estas obras. Se trata de una materia ya de por sí compleja, pero que se hace más complicada aún por los nuevos formatos de creación contemporánea, que incorporan recursos tecnológicos o disciplinas híbridas. A esto hay que sumar la proyección internacional de estas actividades. Hoy el mundo del arte es global, qué duda cabe. Y ni los artistas ni los editores/productores permanecen siempre en un único lugar. Manejar las situaciones con una perspectiva internacional es imprescindible. Por ese motivo estudié el título de Copyright de Harvard, porque la gestión de los derechos de autor en la tradición jurídica anglosajona no tiene nada que ver con el sistema europeo, y es necesario controlar estas diferencias.
Por otro lado, cuando me refiero a la internacionalización, no se trata solo de conocer las leyes de uno u otro país, sino de abordar las situaciones que presentan conexiones con varios países desde una óptica más amplia, usando los mecanismos que existen para amparar a todas las partes. El Derecho internacional es una especie de paraguas surgido para atender este tipo de casos, y siendo la cultura un sector transnacional, es necesario controlar esas herramientas.
Las experiencias de estudio fueron intensas, sobre todo el título de Harvard, porque supuso una inmersión de lleno en un sistema jurídico que me es ajeno. Esto requirió un esfuerzo extra por mi parte, muchas horas de lecturas y mucho tiempo de análisis de sentencias; pero el aprendizaje fue tremendo.
«Manejar las situaciones con una perspectiva internacional es imprescindible»
«siendo la cultura un sector transnacional, es necesario controlar esas herramientas»
– Realizaste un Máster en Gestión y Liderazgo de proyectos culturales en la Universidad Rey Juan Carlos. En tu opinión, ¿qué debe tenerse en cuenta al iniciar cualquier proyecto cultural?
El máster fue mi primera aproximación formativa a la gestión cultural, aunque, en realidad, yo ya había puesto en marcha varias iniciativas culturales con anterioridad. Esta formación me permitió contar con herramientas de ejecución, incorporar una visión analítica y diseñar buenas estrategias… cuando antes había hecho las cosas por intuición. Aunque hablemos del ámbito cultural, las iniciativas no dejan de ser proyectos de actividad capaces de generar empleo y recursos. Por eso, hay que abordar su planteamiento y desarrollo con la mentalidad de un gestor y no alimentarse exclusivamente del deseo de hacer las cosas, porque esto último provoca muchas frustraciones, desasosiego y desgaste. Para iniciar un proyecto, sea cultural o de cualquier otra naturaleza, hay que empezar siempre por un estudio de mercado y estudiar su viabilidad a medio-largo plazo.
«hay que abordar su planteamiento y desarrollo con la mentalidad de un gestor y no alimentarse exclusivamente del deseo de hacer las cosas, porque esto último provoca muchas frustraciones, desasosiego y desgaste»
– También desarrollaste prácticas de mediación internacional en la ONU ¿cómo cambió tu manera de entender las relaciones internacionales y de qué manera se ha reflejado en tu trayectoria profesional?
Mi experiencia en la ONU fue una de las más estimulantes y enriquecedoras de mi vida. Sin olvidar el contexto de una ciudad como Nueva York, que puede ser tan atractiva como demoledora, el trabajo en una organización internacional supone considerar numerosos factores personales entre compañeros de oficina y tener más sensibilidad y adaptabilidad que en cualquier otro espacio de trabajo. Esto es así porque se producía una concentración de personas provenientes de muy diversas partes, con diferentes nacionalidades, idiomas maternos e itinerarios vitales muy dispares. El trabajo era íntegramente en inglés, pero cada individuo no deja de ser quien es por trasladarse de ciudad e incorporarse a un equipo cosmopolita. Con esto aprendí a ser más permeable y tolerante, a anticipar que ciertos hábitos sociales, tan inocuos aquí, pueden resultar incómodos para otros, a adaptarme a las situaciones y al mismo tiempo aportar lo mejor de mí misma.
Por otro lado, admito que soy una firme defensora de la mediación como sistema de resolución de conflictos. Procuro analizar si el caso puede tener un resultado igual de bueno sobre la base de la negociación y entendimiento entre las partes, cosa que no siempre sucede. Pero en el ámbito cultural, la mediación es una herramienta indispensable. Es una de las mejores maneras de atender a todas las necesidades de la gente, muy permeadas con aspectos emocionales y personales (no olvidemos que los autores proyectan sobre su trabajo su propia personalidad), y tratar de conciliar en la medida de lo posible.
Aprendí mucho en la ONU. Pude participar en procesos directamente, escuchar a las partes, analizar su complejidad en un contexto internacional y asistir a sesiones de mediación. Por eso, nada más regresar a España, me saqué el título de mediadora.
«soy una firme defensora de la mediación como sistema de resolución de conflictos»
«En el ámbito cultural la mediación es una herramienta indispensable»
– ¿Qué supuso para ti ser subdirectora de una feria de arte contemporáneo como Art Madrid?
Llegar a ser subdirectora de una feria de arte contemporáneo es un enorme privilegio y una gran experiencia profesional. Para mí supuso la culminación de una trayectoria conectada íntimamente con la actividad cultural, y especialmente el ámbito del arte contemporáneo. Tenía experiencia dirigiendo y coordinando varias iniciativas culturales, había pasado por la Biblioteca Nacional, trabajado en galerías o en el estudio de una artista en Londres… Todo eso me proporcionó una visión muy amplia de la realidad poliédrica del sector. Con un mayor bagaje, creo que una está en disposición de asumir nuevos retos y mayores responsabilidades. El trabajo en ferias puede llegar a ser muy intenso. Son proyectos de gran alcance cuya buena ejecución determina en parte el éxito de los profesionales que depositan en ti su confianza. Con mi paso por la feria pude reafirmar y reforzar mi capacidad de liderazgo y toma de decisiones, desde un proyecto que he ayudado a consolidar y a crecer. Todo un aprendizaje que se queda conmigo para empezar otras aventuras profesionales.
«Son proyectos de gran alcance cuya buena ejecución determina en parte el éxito de los profesionales que depositan en ti su confianza
«Con mi paso por la feria pude reafirmar y reforzar mi capacidad de liderazgo y toma de decisiones»
– Eres fundadora y directora de ArtWorld Law, una asesoría especializada en el Derecho de la Cultura y del arte ¿qué necesidades tienen los profesionales de este ámbito y qué problemas habituales suelen presentarse?
Estar en contacto con el arte, conocer las tendencias, mantenerse actualizado, investigar en las innovaciones tecnológicas… Es muy enriquecedor. Pero los profesionales -y aquí me refiero a todos los agentes implicados en el sector, desde artistas y comisarios, a galeristas o gestores- suelen desconocer el marco normativo que les afecta para desarrollar su actividad. Esta especialidad no está unificada dentro del sistema jurídico. Hay que tener un conocimiento muy amplio, porque es un área trasversal, que se nutre de normas civiles, mercantiles, administrativas, penales, fiscales, etc. Esta situación choca con las líneas de especialización que son habituales en los grandes despachos. En ellos, los abogados se especializan por materias, son fiscalistas, procesalistas… Para poder asesorar convenientemente a los profesionales de la cultura, en cambio, tienes que especializarte por el objeto, es decir, conocer toda la normativa que resulta de aplicación al arte y la cultura, cualquiera que sea su materia jurídica. Por eso, es necesario saber de contratación, de tributación, procedimientos administrativos, mercado online, normativa internacional, derechos de autor, protección del patrimonio, y un largo etcétera.
Por otro lado, el mundo de la creación contemporánea está en constante cambio y hay muchas nuevas situaciones a las que es necesario dar respuesta. Esto supone un plus de exigencia, no solo de estar al día de las nuevas prácticas artísticas, sino de empaparse de nuevas normas y disposiciones que contemplen estos casos, como ocurre ahora con la relación entre arte y tecnología, el uso de la inteligencia artificial y los potenciales conflictos con los derechos de autor, el criptoarte y las plataformas de e-commerce, la blockchain y los sistemas de certificación.
Los servicios de asesoramiento que ofrezco están pensados para todos los profesionales de este sector de actividad. La ventaja de conocer bien el mercado desde dentro es que sabes ubicar cada perfil en su rol determinado y entender su posición y necesidades.
Las principales dudas que me plantean los profesionales tienen que ver con la negociación o formalización de contratos por la prestación de sus servicios. Esto puede ser la relación entre un comisario y una sala de exposición, o de un artista con la galería que lo representa. También tengo muchas consultas de artistas sobre cómo llevar a cabo un buen manejo de sus derechos o cómo formalizar contratos no abusivos. Las posibilidades son múltiples, y esto aplica también a instituciones o compradores particulares.
«Los servicios de asesoramiento que ofrezco están pensados para todos los profesionales de este sector de actividad. La ventaja de conocer bien el mercado desde dentro es que sabes ubicar cada perfil en su rol determinado y entender su posición y necesidades»
– ¿De qué manera asesoras a los coleccionistas de arte?
La mayoría de los coleccionistas particulares tienen dudas fiscales y sobre el movimiento de piezas. Muchas consultas están relacionadas con la importación de obras compradas fuera de España, o el deseo de trasladarse al extranjero y llevarse su colección consigo.
– ¿Cómo es la relación que estableces con los clientes?
Para mí la cercanía es una virtud que no está reñida con el rigor profesional. Soy una persona muy escrupulosa y exigente con mi trabajo, con la veracidad de la información que ofrezco y muy comprometida con mi labor y mis clientes. Busco ayudarlos verdaderamente y sé que, en ocasiones, el mundo de la abogacía puede resultar distante o árido. Esa parte difícil es la que debemos gestionar nosotros. Los clientes deben entender lo que les transmitimos y tomar decisiones en consecuencia. Además, considero que un ámbito como este se presta particularmente a un trato basado más en la proximidad y la empatía.
«la cercanía es una virtud que no está reñida con el rigor profesional»
«Soy una persona muy escrupulosa y exigente con mi trabajo»
– Eres vicepresidenta de ADA, la Asociación de Derecho del Arte ¿qué objetivos tiene la asociación y cómo es tu trabajo en ella?
ADA quiere ser un referente dentro de España en todas las cuestiones relacionadas con el mundo del arte. Fuera de nuestro país hay organizaciones que desarrollan un papel similar y cuentan con gran reconocimiento. Con ADA aspiramos a promover el debate, ofrecer formación de alta especialización y liderar iniciativas punteras en el sector con el fin de proveer de herramientas, generar networking y apoyar a todos los profesionales. Por eso queremos dar cabida a todo tipo de perfiles que tengan una conexión profesional con esta área, sean creadores, comisarios, galeristas, marchantes, instituciones o abogados, claro.
Mi trabajo en ADA es fundamentalmente de gestora. Mi experiencia en el manejo de proyectos es fundamental para llevar a cabo las actividades que realizamos, porque en todas ellas hay muchos profesionales involucrados que esperan recibir seriedad y buen hacer por nuestra parte. Además, junto con la actual presidenta, Anna O’Connell, formamos un equipo muy bien avenido con una idea muy clara de nuestros objetivos. Desde su creación, ADA ha organizado unos 10 debates internacionales sobre temas esenciales y punteros como el arte y la inteligencia artificial, la blockchain aplicado al arte, los NFTs, arte y sostenibilidad… Este año hemos lanzado el primer ciclo de cursos monográficos pensados para los agentes del sector, con una visión eminentemente práctica. Poco a poco vamos creciendo y sin duda tenemos muchos retos por delante. De hecho, yo soy responsable de uno de estos módulos titulado “Derecho del arte para profesionales”.
– ¿Qué son los NFTs dentro del mercado del arte y qué postura deben tener los coleccionistas en este momento sobre ellos?
Los NFTs son una fantástica innovación tecnológica que ha venido para quedarse. A principios del año pasado fueron toda una revolución y el desconocimiento sobre qué son verdaderamente ha generado mucho desconcierto y sospechas de especulación. La especulación, no obstante, siempre ha estado presente en el mercado del arte, de un modo u otro, sea con obras acuñadas o no, pero las operaciones de este tipo representan un porcentaje ínfimo dentro del conjunto de transacciones que se realizan mundialmente. Conviene no dejarse apabullar y aprovechar las ventajas que la blockchain puede aportar.
Se empiezan a apreciar ligeros cambios que indican que este mercado se está asentando y estabilizando. Por ejemplo, hay plataformas de comercialización de piezas acuñadas en las que los artistas solo pueden participar mediante invitación. Esto supone introducir ya algún criterio curatorial en la difusión y comercialización de estos contenidos, lo cual debe dar seguridad a los compradores. No es un mercado exento de riesgos, más que nada por lo reciente del asunto y la falta de una regulación específica. Pero que no se confunda la ausencia de normas específicas con el desamparo jurídico. Por ese motivo, en caso de dudas, sea por parte de los creadores o de los compradores, lo adecuado es buscar un buen asesoramiento.
En los últimos meses, la mayoría de las consultas que he recibido se han centrado en esta materia. Es un campo muy exigente, en constante cambio, y ramificado con temas relacionados con la regulación de criptoactivos y los mercados online. Lo encuentro fascinante.
«en caso de dudas, sea por parte de los creadores o de los compradores, lo adecuado es buscar un buen asesoramiento»
– ¿A qué dedicas tu tiempo cuando no estás trabajando?
A mi familia, mi niño, que aún es bastante pequeño, a pasear… Antes leía muchísimo por placer. Ahora lo sigo haciendo, pero las lecturas académicas y las noticias y novedades del sector acaparan gran parte de mi atención. Para mí pocos placeres hay en la vida mayores que leer un ratito en la cama antes de dormir. Por otro lado, como puede deducirse de mi trayectoria vital, me encantan todas las manifestaciones culturales, por lo que la visita a museos y exposiciones está entre mis costumbres. Lo mismo digo de ir al teatro o al ballet o a un concierto. Y, por último, soy muy cinéfila y valoro las buenas producciones audiovisuales, muchas veces en plataformas bajo demanda. Antes de tener al peque, iba al cine cada dos, tres semanas. Ahora, por una cuestión de intendencia familiar, eso no es posible, pero sigo disfrutando de una buena película o una serie en casa, eso sí, en versión original, por favor.
– Un deseo que te gustaría se hiciera realidad
Uf, qué difícil pregunta…. Ahora mismo diría: me gustaría que se acaben los conflictos bélicos. Aunque esto resulta un poco utópico. Yendo a lo más verosímil y personal, me gustaría hacer un viaje a Japón. Y si nos planteamos algo más idílico en el terreno profesional, diría que me gustaría trabajar de algún modo en la UNESCO. Ya se verá…
«Me gustaría trabajar de algún modo en la UNESCO»
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