8×8 (infinito x infinito) es un proyecto curatorial de entrevistas a mujeres artistas y gestoras culturales dirigido por Andrea Perissinotto con la colaboración de YANMAG
«Entiendo la obra como algo indivisible del/de la artista»
Lucía L. Mendo analiza las dolencias del mundo actual a través de su obra: la inmediatez, la frustración, el exceso de consumo y la deslocalización. Utilizando diversos medios como la instalación, la fotografía, el vídeoarte o la obra sobre papel, su trabajo se presenta como las pruebas irrefutables ante el juicio que todos podemos hacer del capitalismo que sufrimos diariamente en nuestra vida.
Andrea Perissinotto sobre Lucia L. Mendo y su obra:
«Acabo de abrir el Word con las respuestas de Lucía, algunos datos biográficos, enlaces a redes sociales, etcétera. Estamos a 29 de noviembre (mi cumpleaños fue hace diez días). Me he dado cuenta de que compartimos año de nacimiento y este 2021 nos toca cambio de década… No voy a hacer spoilers, pero los nuestros podrían ser “los nuevos veinte” o “los nuevos treinta”, dependiendo del optimismo de quien lea.
Es más, tenemos a una amiga en común, quien se enteró de que Lucía y yo nos habíamos conocido y cuando me avisó de su descubrimiento, me recordó también que teníamos que vernos, algo que nos está costando casi como si estuviéramos viviendo en Londres (y no en Madrid) y todo se tuviera que programar con mucha antelación (o mucha determinación).
Quizá las amistades en hibernación sean una contingencia no del todo accidental, si es verdad -como solía repetir constantemente un amigo mío- que «le amicizie vanno coltivate» (las amistades deben cultivarse). Esa tarea de mantenimiento, que conlleva tiempo, interés y dedicación, choca a menudo con la agitación de nuestra vida de los últimos años. A lo que me refiero es que estamos sujetos a un constante, incesante, rutilante, absorbente deseo de novedades y de experimentar emociones que es, francamente, agotador.
Por eso me deleito en la pausada y atenta reflexión de Lucía, quien nos invita «a pararse a pensar, a observar el entorno más inmediato. A volver a escribir». Escribir de escribir con hilo y aguja, ¡nada menos! Pues bien, en la serie Cartas de Amor la artista se hace un hueco en el cariño de unos recuerdos: unos momentos que recobran fuerza en la superficie de un papel. Rememorando acciones de un amor diverso que fluctúa entre los días cálidos de las fiestas adolescentes, los de la niñez más consentida pero también de las intenciones no declaradas, jornadas de frustración -sola o con lágrimas- echada a perder en la sonoridad de un adiós. ¡Hasta nunca querida edad vivida!
Cartas de amor nace en el 2019, después de un viaje que Lucía hizo a México y en cual redescubrió el deseo, o incluso la necesidad, de resucitar una costumbre algo obsoleta como es la de escribir postales o de escribir usando bolígrafo… Ese artilugio que ha sido aplastado en una pelea de pulgares tecleando en las pantallas de los móviles. Y el paso entre bolígrafo y aguja fue breve, en una apuesta hacia la imperfección que reflejara la vida misma, agujereada e imperfecta, recosida, frágil y vulnerable, pero merecedora de ser escuchada. Lucía me cuenta que estas letras que iban componiendo obras como La espera o Frustración, precisamente generaban un efecto espejo en el cual el binomio Arte y Vida se iba recorriendo mutuamente, dando lugar a un paralelismo constante.
En este proyecto también se fomenta una reflexión sobre un papel impuesto: la mujer que cose, el ama de casa; mujer cabizbaja en el silencio de los hilos, de los años, de la rutina, de la costumbre. Romper esa repetición es para Lucía un acto que responde a la valentía intrínseca del proceso creativo y también es una manera para evidenciar la incongruencia de un rol que no puede, ni debe, ser impuesto. Como mucho, que se hable de libre elección. Pero ¿estamos lo suficientemente emancipados para equivocarnos? Porque el error, el enfrentamiento al fracaso, la rabia, expuestas aquí como consecuencias directas de una voluntad, un intento de emprender ciertas rutas inexploradas y, sin embargo, tal vez viables, se convierten en letras negras, sutiles y torcidas, que podrían verse como un destello de perseverancia. Un chispazo que se ríe de la inconsistencia de ciertas presuntas amistades, aparcadas por ahí, en una u otra red social, y lo hace redistribuyendo las fuerzas en un número reducido de intentos.
Mientras sigo escribiendo este texto en ese mismo Word que abrí hace dieciséis días, debajo del teclado tengo mi cuaderno, en el cual apunté parte de nuestras conversaciones, cuando conocí a Lucía por primera vez. En la última página del cuaderno tengo apuntada la siguiente frase: “Vivimos a corto plazo, pero luego necesitamos los tiempos muertos. La espera”. De repente recuerdo cuando, con doce años, en el colegio teníamos unos amigos por correspondencia. Se trataba de alumnos de un instituto de Reino Unido a los cuales enviábamos nuestras misivas por correo postal. Las respuestas podían tardar semanas y cuando finalmente los maestros nos entregaban nuestras (¡nuestras!) cartas, se nos llenaba el rostro de una emoción dibujada con la incandescencia de un acontecimiento puramente único.
Y aunque cada vez menos pienso en las acciones que me podría recriminar de mi existencia de antes, rebobinándola hacia una época en la que hubiera podido aportar algún cambio, sí que extraño esos instantes irrecuperables, es los que me sentía un ser excepcional. De hecho, mi penfriend y yo, éramos dos seres completamente privilegiados. Sin necesidad de compartir nuestra historia con nadie más, y sin restar ni un ápice de la unicidad de las otras relaciones con los demás, nos dedicábamos un tiempo ineludible, sin pensar en lo que nos estábamos perdiendo; al contrario, disfrutando de cada centímetro de ese folio, de cada segundo de espera, incluso a sabiendas de que ese papel iba a ser el solo testigo de nuestra conexión.
Ahora ese regocijo infantil se lo regalo a Lucía, pegado al recuerdo de la infusión que nos tomamos en su estudio, Naranja Azul, y que sigue por aquí, en YANMAG… continúa deseándole: ¡Feliz cumpleaños nueva veinteañera! Y se prolonga hacia otra cita que tenemos para 2022. [¡OJO! SPOILER] Si todo va bien, el próximo mes de febrero Lucía L. Mendo, María JL Hierro, Carmen Isasi, Carlotta Gambato, Rocío Bueno, Lina Ávila, Berta Delgado y yo, estrenaremos exposición en una de las ferias que componen la constelación de la Semana del Arte de Madrid. Así que, id acumulando silencios, los iremos escuchando y os contaremos los nuestros.»
ENTREVISTA CON LUCIA L. MENDO
– ¿Cómo definirías tu obra?
Mi practica artística es dinámica e intrínsecamente unida al concepto “arte-vida”. Obra multidisciplinar, siempre salpicada de lugares y momentos vitales.
Se articula alrededor de varios ejes temáticos que se entrelazan como el paisaje y la crítica social. Apela a los sentidos, a lenguajes universales, al feminismo, reivindicando
lo que ha sido relegado al hogar, ámbito privado, a lo íntimo.
Micro poesías dedicadas a la vida y al transcurrir de esta.
– ¿Tu obra tiene un sentido vinculado a la temática de la mujer o por el contrario tiene un carácter más universal?
Entiendo la obra como algo indivisible del/de la artista o en mi caso, mi hacer está influido por mi persona. Desde los materiales que utilizo, a las temáticas a las que recurro, están marcadas por mi proceso creativo que nace de una cadencia propia, mi observación y sentidos.
Después de darle muchas vueltas a esta pregunta puedo decir que no concibo esa separación mujer-universal. Por lo que actualmente podemos afirmar que la temática de la mujer es universal. O al decir de Rimbaud “yo es otro” – apropiándome de este concepto como “yo es otra”.
– ¿De qué proyecto de los que has realizado te sientes más orgullosa hasta el momento?
Desarraigo es una obra que habla sobre el sentimiento de pertenencia un tema que sigue siendo a día de hoy actualidad. Los flujos migratorios se siguen dando en todo el mundo a pesar de la pandemia que no ha hecho más que agravarse. Se trata de una obra que formó parte de la exposición colectiva New Diaspora en Retort, Ámsterdam. Así como Inmediatez, una de las piezas de la serie Cartas de Amor. Una crítica a la sociedad de consumo en la que estamos sumergidos, adicta al corto plazo, donde lo que no tenemos es tiempo para pensar. Un fragmento de Inmediatez fue enviado a cinco artistas en diferentes partes del mundo. A día de hoy sigo esperando respuesta a Inmediatez. Son dos piezas que a pesar de los años no pierden su relevancia.
La serie Cartas de Amor nace de la necesidad de pararse a pensar, a observar el entorno más inmediato. A volver a escribir.
Es una escritura de lo íntimo.
Una declaración de intenciones.
Una vuelta al papel.
Es una carta sin remitente.
Una oda al tiempo.
Tiempo, amor, letras, intenciones, idas y venidas, frustraciones, intentos, lo delicado,
escritura, costura, rotos, remiendos, cosidos, descosidos, puntadas sin hilo. Es la lírica que tanto usaban nuestras abuelas y tan ligada está a la vida misma.
Que es sino un amor o un desamor, más que una vuelta a empezar, un volver a coser, otro roto que remendar, esa puntada sin hilo que deja la herida abierta…
Micro poesías dedicadas al amor, al tiempo, a la vida y al transcurrir de esta.
– ¿Qué proyectos te gustaría realizar en el futuro?
Me gustaría trabajar e investigar más sobre los procesos creativos y su importancia en el ámbito artístico. Me parece un tema interesantísimo que lo abarca todo en cuanto al hacer y las formas de entender el arte. También sobre las sinergias creativas que se dan entre diferentes artistas, trabajar en colectivo, atravesar la diversidad de lenguajes y haceres en pos de un fin común.
– ¿Es más complicado para una mujer artista desarrollar su carrera que para un hombre?
Sí, sobre todo si no logras esto antes de los 35 años, edad en la que ya dejas de ser una joven promesa en el mundo del arte. Por no hablar de la conciliación familiar. Este suele ser el gran escollo para las mujeres y más para las artistas.
Por otro lado, como bien señalan Guerrilla Girls, las aulas de la universidad en Bellas Artes están llenas de mujeres, pero y ¿en los museos?, ¿están llenas de obras hechas por mujeres? Los números a día de hoy siguen sin cuadrar. No hay paridad.
– ¿Qué aconsejarías a una mujer artista que comienza en este momento?
Aconsejaría el estar atenta a becas, convocatorias, exposiciones, cursos. A mí por ejemplo las becas me han dado el poder viajar, vivir en otros países, aprender de otras culturas, imaginarios y otros lenguajes. Eso me ha enriquecido enormemente como persona y como artista. Salir de tu zona de confort, como dicen ahora, es también aprender un lenguaje propio. Algo que a mí misma me ha ayudado mucho para entenderme y para entender el arte dentro de la diversidad que existe de haceres.
– ¿Qué mujeres artistas han sido referentes para ti y en tu trabajo?
Son muchas y muy variadas las artistas que han sido y son mis referentes:
Esther Ferrer, Pipilotty Rist, Pilar Albarracín, Eulàlia Valldosera, Shirin Neshat, La Ribot, Marina Abramović, Regina José Galindo, Ana Mendieta, Tania Bruguera, Teresa Margolles, Mercedes Azpilicueta etc.
– ¿Qué mujeres artistas recomendarías conocer?
Actualmente sigo el trabajo de Jocelyn Lee photography, Marina Weffort, María Jerez, Chantal Peñalosa, Twins Experiment, Franzisca Siegrist, Ana Matey, María Alcaide, Elvira Amor, Helena Grande, Romina Casile, Aída Florido, Maite Vroom y muchas otras.
Más información
Lucía L. Mendo – Instagram – LinkedIn – Vimeo
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