8×8 (infinito x infinito) es un proyecto curatorial de entrevistas a mujeres artistas y gestoras culturales dirigido por Andrea Perissinotto con la colaboración de YANMAG
«Mi trabajo se centra en la identidad»
Bárbara Traver fotografía su mundo cotidiano, centrándose en el individuo y su relación con el entorno, como un espejismo que se va revelando de manera sutil y sugerida. Su trabajo se nutre de ideas, sentimientos y percepciones a través de un concepto o una experiencia, con numerosas referencias artísticas y lecturas filosóficas en torno al ser humano.
Su proyecto quizás más importante hasta la fecha “, te quiere, mamá” se adentra en la relación con su madre. Imágenes aparentemente tranquilas pero con un fondo que inquieta al que las observa, planteándole sentimientos a veces contradictorios.
Andrea Perissinotto sobre la obra de Bárbara Traver:
«No sé si sé contaros la cantidad de desenfoque que tengo en mis ojos. Por lo menos, es como una capa protectora que me impide chocar contra la inexcusable miseria de enseñaros quien no soy. Porque por dentro tengo un fuego que me ilumina y me revienta, y en la mirada, un incendio que no se acaba de extinguir.
Tengo un silencio empotrado en mis manos, que no me quieren ni volver a tocar. Esas mismas manos cayéndose en un espejo que no me quiere mirar, aguardando una verdad que se lee en mi rostro, en un idioma que todos conocen, menos yo. Yo que desconozco, no tanto quién soy, porque ya me reconocí hace tiempo, sino más bien hasta dónde, y cuándo, podré ser.
Un hilo de plástico cortando mi voz, rodeando mi boca abierta. Esa quizá… quizá no, seguramente, es la primera imagen que recuerdo si pienso en las fotografías de Bárbara Traver. Una imagen que pertenece a su fotolibro Retrato, que desarrolló entre 2015 y 2017: un proyecto que coincidió con el período entre el diagnóstico de cáncer de su madre y algún tiempo después, en el cual sus relaciones familiares y su relación consigo misma se alteraron y oscurecieron.
En Retrato no hay un temor absoluto ni una preocupación constante, pero, quizá, precisamente por eso, cuando nos cruzamos con esas imágenes nos asustamos incluso más, nos parecen más fuertes, expectantes, aterradoras, morbosas. Bajo ese estado de ausencia inclusiva, se cela una sensibilidad que se manifiesta como un pitido demoledor, desolador, destructor, aplastante. Un sonido agudo y certero que ya sabes de antemano que te va a doler, pero resistes a su contemplación porque también es un estruendo que conoces tan sumamente bien, que es casi como si estuvieras oyendo cantar tus propias penas.
Y en eso Bárbara Traver acierta plenamente en toda su producción, porque expone sus vivencias sin mediación, descubriéndose en el ápice de su delicadeza, así como en la podredumbre de un cuerpo desarraigado, desplazado, obsoleto para un presente tan sumamente invivible que la única salida viable parece ser la desaparición.
Yo también en algún momento dije que sí a todo y me quedé expectante, sentado en lo alto de la dejadez, confiando en que llegara mi fin. Desde esa altura podía entrever el horizonte de mi propia destrucción y allí seguía yo, a la espera de que alguien me pagara todo el tiempo que pasé vomitando cualquier posibilidad de redención. Luego, de repente, me di cuenta de que sí cabía la posibilidad de bajar hasta las entrañas de una posible salvación. Cuando llegué hasta el fondo, no me quedó claro si el color que veía era el que me había imaginado, pero, aún sin coincidir, me valió para paliar el esfuerzo.
Luego también vi a mi madre, a mi futuro o al que vendrá, mezclados con tiras de sensaciones irregulares que se dejaron arrinconar y que aquí vuelven a ganar un espacio en mi mente, que es la de antes, pero ya no lo es. Nubes de plástico arrugadas y llenas de humo volando en mi contra, como pájaros huyendo de un presagio inminente. Me estoy consintiendo demasiadas respuestas, necesito más preguntas inexactas para destornillar la mala fe de un pensamiento ingenuo.
Esos interrogantes intermitentes son luces en la obra de Bárbara Traver, son un puente de recuerdos muy frágiles, que atravesamos pisando escamas sutiles de acero. Son unas flores de terciopelo gris, barnizadas de inmensidad. En las noches de abrazos desnudos hay algo que se quema todos los días; a la misma hora se despierta un ruido en mi cabeza y no para de hablar. Podría ser un sueño, si tuviera suficiente vida para desarrollarlo, pero lo que más me seduce son los fracasos compartidos, donde ni soy el único protagonista ni el más valiente de los perdedores.»
ENTREVISTA CON BÁRBARA TRAVER
– ¿Cómo definirías tu obra?
Esta pregunta siempre me ha dado mucho vértigo. Cómo definir la obra de una misma. Es probable que mi obra, a una primera vista, se observe calma, sosiego, reposo… pero si nos paramos a observar más de cinco minutos la obra, hay inquietud. O bien sea una mosca en una ventana como si de una mancha se tratase, un encuadre que desconcierta o una mirada de intranquilidad. Pero desde luego, nunca hablo de nada en concreto. Para que se entienda, y con perdón de Chantal Akarman: «No hay nada que decir, decía mi madre, y es sobre esa nada sobre la que yo trabajo»
– ¿Tu obra tiene un sentido vinculado a la temática de la mujer o por el contrario tiene un carácter más universal?
Mi trabajo se centra en la identidad, algo que abarca mucho. Pero la mujer siempre ha estado presente. Ya desde mi proyecto Retrato, que desde lo íntimo y la cotidianidad, expongo un tampón sangriento, hasta mi último trabajo “, te quiere, mamá”. Por lo que mi obra versa en ese identitario como hija, hermana, madre, abuela, amiga, mujer…
– ¿De qué proyecto de los que has realizado te sientes más orgullosa hasta el momento?
Del último proyecto: “, te quiere, mamá”
Es un relato autobiográfico y una obra de exploración visual sobre la relación que mantenemos mi madre y yo. Es el amor, el dolor y los principios que desembocan en un entendimiento, el rozar la desesperación y el desgaste al mismo tiempo que se forja un vínculo irrompible, siendo la necesidad del arropo materno y una conciliación con mi madre para encontrar esa identidad como mujer.
– ¿Qué proyectos te gustaría realizar en el futuro?
Quisiera complementar mis trabajos personales con la docencia en fotografía. Con el proyecto , “, te quiere, mamá”, lo quiero llevar en formato expositivo y a un fotolibro. Más adelante quiero realizar otros proyectos que tengo en mente y aún estoy debatiendo conmigo misma si hacer performance o vídeo.
– ¿Es más complicado para una mujer artista desarrollar su carrera que para un hombre?
Desde luego que sí. Siempre ha sido difícil dejarnos un espacio en donde exista la mujer. Siempre en la historia los clubs sociales de arte (y en cualquier otro) eran para hombres, o si querías publicar, tenías que tener un seudónimo masculino. Sin olvidar mencionar “El síndrome de la impostora”, que afecta a un porcentaje mayor a la mujer que al hombre (y no me cabe ninguna duda que es porque nos han inculcado a no poder disfrutar de nuestra prosperidad, es decir, a sentirnos culpables ante un éxito). Además, en el arte, y en la vida en general, se necesita tiempo: tiempo de reflexión, tiempo para obtener dinero, tiempo de creación. ¿Qué quiero decir con esto? Que al hombre se le ha dado ese permiso mientras que a la mujer no. Nos han inculcado que nuestro camino es procrear, y al hacerlo, la responsabilidad cae en nosotras y también la culpabilidad: ¿Seré buena madre? ¿Lo estaré haciendo bien? O como se nos culpabiliza a día de hoy porque “el feminismo está de moda”.
Lo que quiero decir con esto, es que no importa lo que hagamos, lo que digamos, cómo actuemos porque siempre caerá ante nosotras la responsabilidad de no hacerlo bien.
Y de verdad que me alegra que el feminismo haya alzado la voz y esté en auge, porque eso nos ha hecho abrir los ojos a muchas mujeres, y también hombres, pero sobre todo mujeres en el que sabemos y merecemos cuál es nuestra posición en el mundo, cuáles son nuestras responsabilidad y qué camino queremos (y no debemos) elegir.
¿Qué habrá gente que se ha puesto de moda? Yo no lo creo, pero si es el caso, bienvenido sea, pues.
– ¿Qué aconsejarías a una mujer artista que comienza en este momento?
Que vaya a todo lo que pueda, que busque su voz y alce su voz, y también que se junte con mujeres artistas que le aporten y motiven.
– ¿Qué mujeres artistas han sido referentes para ti y en tu trabajo?
Sophie Calle me ha gustado siempre su atrevimiento, así como Nan Goldin de mostrarse valiente y dura como la vida. Y por el otro lado más extreme, me quedo con Rinko Kawauchi, donde la complejidad de la vida se encuentra en lo más simple, llena de vida.
– ¿Qué mujeres artistas recomendarías conocer?
Además de las anteriores y añadir a alguna clásica más como Jo Spence. También recomiendo a fotógrafas más actuales como Ainhoa Valle, MeiSaGuo, Laura Pannack, Irene Cruz, Ana Valiño, Cris Aznar, Iciar Vega de Seoane, Mati Martí… Cada una distintas en su contenido, pero de las que he aprendido muchísimo y me han acompañado tantas veces.
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