«Soy capaz de sentir nostalgia por cada lugar en el que he vivido»
Margaryta Yakovenko es periodista especializada en política internacional, escritora y experta en Redes Sociales.
Española de origen ucraniano, se trasladó con su familia a Murcia cuando tenía siete años. Lectora insaciable y escritora desde muy joven, acaba de publicar su primera novela Desencajada, en la que describe con un lenguaje directo y contundente las dificultades de una familia durante su emigración a España.
Conversar con Margaryta Yakovenko es descubrir a una escritora inteligente y sensible que habita entre dos culturas.
– Naciste en Ucrania y te trasladaste a vivir a España con tu familia ¿cómo fue este cambio para ti?
Creo que es el acontecimiento más importante de toda mi biografía, un suceso que ha condicionado mi vida personal, profesional y mi forma de ser. Al haber emigrado con apenas siete años, no fue un proceso demasiado traumático. Eso sí, recuerdo prácticamente todo de aquel viaje y los años que vinieron después. Es curioso porque en realidad me acuerdo muy poco de mi infancia en Ucrania, como si mi vida en realidad comenzase con siete años en un pequeño pueblo de Murcia.
– ¿Cómo es para ti vivir entre dos culturas?
Encajé muy pronto en la sociedad española y jamás abandoné mis raíces ucranianas. Tuve que aprender una cultura diferente, un idioma distinto y creo que todo eso me ha dado la posibilidad de acceder a una riqueza cultural muy importante. Me siento profundamente europea porque tanto Ucrania como España son Europa y a pesar de que tenemos una historia diferente, también hay muchos hilos que se entretejen para formar un pasado común.
«Me siento profundamente europea porque tanto Ucrania como España son Europa»
– ¿Qué sientes cuando vuelves a Ucrania?
Siento que vuelvo con mi familia. Es un sentimiento extraño, no siento que vuelva al lugar al que pertenezco, solo que recupero una parte de mí que durante el resto del año está agazapada dentro de mi cuerpo y anulada por mi identidad española. Cuando paso unas semanas en Ucrania, empiezo a echar de menos España. Cuando regreso a España, me ocurre lo mismo con Ucrania. Vivo constantemente entre dos países. Me siento parte de ambos, en mis mejores días. En los peores, siento que no pertenezco realmente a ninguno, que simplemente estoy de paso.
«Me siento parte de ambos, en mis mejores días. En los peores, siento que no pertenezco realmente a ninguno, que simplemente estoy de paso»
– Eres bilingüe español-ruso y hablas también ucraniano ¿cómo están ligados los idiomas a tu experiencia vital?
Creo que ser bilingüe es una auténtica maravilla. Que tu mente funcione a la perfección con dos idiomas dentro, que puedas en milésimas de segundos cambiar de uno a otro y que aún así todo parezca perfectamente natural y normal… es un auténtico privilegio. Me siento profundamente europea porque tanto Ucrania como España son Europa. Estar en España y oír el español y no sentirte fuera de lugar o estar en Ucrania o Rusia y oír el ucraniano y ruso y entenderlo perfectamente sin sentirte una intrusa, es lo mejor que me ha dado la migración. En muchas ocasiones para mí el ruso es un idioma familiar, el que hablo con mis familiares más cercanos, el de andar por casa, y el español la lengua en la que escribo, en la que trabajo o en la que amo.
«para mí el ruso es un idioma familiar, el que hablo con mis familiares más cercanos, el de andar por casa, y el español la lengua en la que escribo, en la que trabajo o en la que amo»
– Has vivido en Murcia, Zaragoza, Barcelona y ahora en Madrid ¿de qué manera ha ido cambiando tu percepción sobre España?
Haber vivido en tantos lugares me ha permitido descubrir que tenemos un país riquísimo, único, con sus peculiaridades en cada lugar. La parte mala es que ahora soy capaz de sentir nostalgia por cada lugar en el que he vivido y siento que quiero volver a ellos una y otra vez. Todavía me queda mucha España por conocer. Por ejemplo, solo ahora, tras 21 años viviendo aquí, me he adentrado en el interior de la Península: Castilla y León, Castilla-La Mancha, Extremadura… y no dejo de fascinarme que todo esto forme parte de un mismo país. Me maravilla.
«siento que quiero volver a ellos una y otra vez»
– ¿Cuándo comenzaste a interesarte por el periodismo y por qué decidiste dedicarte a esta profesión?
La verdad es que no puedo decir que fuese algo completamente vocacional. Me encantaría haber tenido ese sentimiento de “tengo que convertirme en esto” desde muy pequeña, como sé que le sucede a algunas personas. Yo soy mucho más fluctuante. Desde pequeña he querido ser bailarina de ballet, abogada, traductora, cantante, historiadora del arte o ilustradora. Cuando estaba acabando el bachillerato me encontraba completamente perdida. Había estudiado letras puras con Latín, Griego e Historia del Arte no porque pensase que me fuera a ser útil en el futuro sino porque eran asignaturas que me encantaban. Por suerte, lo hice bastante bien esos años y en selectividad conseguí una nota que me permitía acceder a cualquier carrera. Tomar la decisión de estudiar periodismo fue muy difícil, no sabía ni en lo que me estaba metiendo pero tenía curiosidad. Al final, la curiosidad y el instinto de tener claro lo que me gusta (o más bien, tener clarísimo lo que odio) me han traído hasta aquí.
– Te has especializado en periodismo político internacional ¿cómo ves desde tu perspectiva la situación actual de los países del Este y la relación con la Unión Europea? ¿Y el conflicto entre Ucrania y Rusia?
Los países del Este que forman parte de la UE fueron casi los últimos incluidos en la lista de los 27, por 2004, cuando Putin ya estaba en el poder en Rusia y era, claramente, una amenaza para las fronteras orientales de la Unión. Algunos se integraron muy bien como Lituania, Estonia o Letonia, que siempre compartieron más elementos culturales con los nórdicos, al ser pueblos bálticos, que con los eslavos. Sin embargo otros, y pienso en países como Hungría o Polonia que siguen teniendo esos tintes autoritarios más propios del siglo XX que de la Europa del siglo XXI, me despiertan dudas.
El conflicto entre Rusia y Ucrania es una guerra muy dolorosa, prácticamente una guerra civil, algo que no debería haber ocurrido jamás. A la vez es una clara prueba de que tras el derrumbe de la URSS en 1991, muchos conflictos nacionalistas se quedaron sin resolver y ahora explotan como minas terrestres abandonadas.
«El conflicto entre Rusia y Ucrania es una guerra muy dolorosa, prácticamente una guerra civil, algo que no debería haber ocurrido jamás»
«tras el derrumbe de la URSS en 1991, muchos conflictos nacionalistas se quedaron sin resolver y ahora explotan como minas terrestres abandonadas»
– Dentro de la sobreabundancia informativa, ¿cómo crees que se debe comunicar para que llegue el mensaje a los lectores?
Con la mayor intención de veracidad que se pueda. Vivimos un momento tenso, no diría que un momento único por esa tensión porque a lo largo de la Historia hemos vivido circunstancias mucho peores, pero sí es un periodo difícil. A la vez, hay muchos agentes informativos o no, emitiendo información, opiniones y mensajes que no siempre son veraces, no siempre tienen la mejor intención. Es una responsabilidad enorme la que tenemos los periodistas y los medios en este momento para con la población en general. Debemos explicar lo que ocurre, hacerlo accesible, en un lenguaje llano y comprensible. El no posicionamiento es muy difícil de conseguir, somos humanos al fin y al cabo, pero aún así, debemos intentar, como mínimo, no ocultar todas las perspectivas.
«debemos intentar, como mínimo, no ocultar todas las perspectivas»
– Escribes desde la perspectiva de género y de clase ¿es cada vez más fácil encontrar medios que publiquen con este enfoque?
Quiero creer que hay más medios que hace unos años que publican desde ese enfoque pero no sé, realmente, hasta dónde pueden llegar. Está claro que el panorama informativo sigue estando dominado por empresas mediáticas cada vez más grandes a las que no les cuesta nada imponerse y prevalecer sobre esos pequeños medios que hacen las cosas de manera diferente. Ocurre lo mismo en el mundo editorial donde prácticamente todo el pastel está repartido entre dos grandes grupos. Aunque hay iniciativas muy interesantes a tener en cuenta y que publican historias que no encuentran su lugar en los catálogos tradicionales.
– Has sido Jefa de sección y Actualidad en la revista PlayGround ¿cómo fue está experiencia profesional para ti?
Aunque PlayGround no fue el primer lugar en el que trabajé, sí ha sido uno vital. Estuve más de tres años en la revista, en un momento único en el que los medios jóvenes de internet (pienso en Buzzfeed y Vice también) hacían cosas verdaderamente interesantes. Coincidimos todos en un momento histórico único que nunca más se volverá a repetir. Éramos hijos de nuestro tiempo. Medios de internet que se movían en Redes Sociales como nadie y cuyas plantillas tenían una edad media de 26 años. Había muchísimas ideas, muchísima ilusión en hacer que las cosas salieran bien, era una inyección constante de energía, un lugar en el que daba igual el cargo que tenías, la edad que tenías, el lugar en el que habías estudiado, podías ir y presentar tu idea a tu jefe o pedir una reunión con el CEO y tenías altas probabilidades de que saliera adelante. No me he vuelto a encontrar en un sitio con tanta libertad creativa, con una estructura tan cambiante. Haber estado en PlayGround desde los 23 hasta los 26 fue muchísimo mejor que ir a la universidad. Lo mejor de ello es que en esa época coincidimos varios escritores, guionistas, montadores, periodistas que seguimos moviéndonos por el mundo, creando un contenido interesantísimo. Y salimos todos de la escuela PlayGround.
«No me he vuelto a encontrar en un sitio con tanta libertad creativa, con una estructura tan cambiante»
– En este momento trabajas llevando las Redes Sociales para el diario El País ¿cómo es trabajar para un gran medio y qué particularidades tiene?
Venir de un medio como PlayGround a uno como El País es equivalente a un curso aceleradísimo de periodismo y trabajo mediático. Obviamente se trata de dos maneras de trabajar, crear, informar, muy diferentes. El País es una institución. No tiene que luchar por su lugar en el panorama informativo, lo tiene más que merecido. Creo que casi todos los periodistas soñamos durante la carrera acabar en una redacción como la de El País. Es un sueño cumplido, sin duda.
– ¿En qué momento comenzaste a interesarte por la literatura y a escribir?
Esta pregunta es difícil de responder porque podría decirte que desde siempre, literalmente. Aprendí a leer muy pronto y en segundo de primaria me hice el carné de la biblioteca municipal del pequeño pueblo murciano en el que vivía. Devoré todos los libros de los estantes infantiles y me pasé demasiado pronto a la literatura adulta. Era insaciable. Los libros me parecían el mejor invento de la historia. Siempre tuve libretitas en las que dibujaba y de vez en cuando escribía algo pero mi primer relato como tal lo escribí a los 10 años. Es una pena que se haya perdido en una mudanza, me encantaría leerlo ahora, casi 20 años después. Lo llamativo es que aunque no paraba de leer libros y escribía mis ideas, jamás pensé que escribir y publicar fuese un trabajo y que fuese un trabajo a mi alcance. Para mí era un mundo absolutamente inaccesible, el mundo de los grandes escritores. Ni siquiera sabía lo que era una editorial, mucho menos podía imaginarme publicando en una.
«Devoré todos los libros de los estantes infantiles y me pasé demasiado pronto a la literatura adulta. Era insaciable»
«jamás pensé que escribir y publicar fuese un trabajo y que fuese un trabajo a mi alcance»
– Acabas de publicar tu primera novela Desencajada sobre la situación de las personas migrantes en España en la editorial Caballo de Troya ¿cómo fue el proceso para escribirla?
Desde que hablé con mis editores de la idea del libro por primera vez hasta que se ha publicado, han pasado dos años. De escritura como tal le dediqué un año pero la idea llevaba gestándose en mi cabeza desde mucho antes. El libro fue variando a lo largo de los meses. Hubo tres versiones, dos inconclusas y una prácticamente finalizada, hasta que a pocas semanas de la entrega del manuscrito, le di una vuelta completa y escribí la cuarta versión que es la que se ha publicado. La reescritura me pilló ya en el confinamiento. Fue un momento duro: trabajaba por las tardes y escribía por las noches y por la mañana. Solo me dedicaba a trabajar y escribir, ambos trabajos mentales muy exigentes, con un horario agotador. Pero tenía la historia, tenía la voz, el tono, lo que quería decir, no podía dejarlo, era como una droga. Ahora cuando leo ciertos fragmentos del libro me sorprende que fuesen escritos por mí. Ni siquiera recuerdo haberlos pensado. Imagino que lo escribí prácticamente todo en un estado de trance.
«Imagino que lo escribí prácticamente todo en un estado de trance»
– ¿Hay menos oportunidades para las personas migrantes?
Creo que hay menos oportunidades para todos los que no sean un hombre blanco heterosexual de clase media alta. Todo lo que se salga de esa norma, ese molde para el que fue hecho el mundo y con cuyas manos fue construido, lo tiene más difícil. Si pensamos en el triunfo, o lo que se define como triunfo profesional, claramente hay caminos que son cuesta arriba, escarpados, pedregosos, sin salida a veces, rodeos, para poder llegar al lugar en el que el hombre blanco de clase alta llega con apenas un par de pasos. Y no solo para los migrantes: para las lesbianas, los transexuales, las mujeres, las personas racializadas, las minorías étnicas… los migrantes además juegan con una gran desventaja: no tienen apoyo familiar, son desheredados, algunos no saben ni el idioma, son la clase más baja del proletariado. Evidentemente, si empiezas a correr la carrera con una mochila de 40 kilos a la espalda y al lado tienes a alguien que va en bici, vas a perder. O vas a llegar a la meta tarde y tras malgastar mucha energía en algo que para otra persona era fácil desde el principio.
«los migrantes además juegan con una gran desventaja: no tienen apoyo familiar, son desheredados, algunos no saben ni el idioma, son la clase más baja del proletariado»
– ¿Qué autores eslavos sueles recomendar?
Me gusta mucho el enorme trabajo que ha hecho Svetlana Alexievich en documentar la caída de la URSS y los años posteriores. También Serguei Dovlatov, creo que tiene una forma de narrar muy oral, muy rusa, no sé si la acaba perdiendo cuando es traducido. Mijail Bulgakov es uno de mis autores favoritos también. Esa ironía lacerante, criticar la absurdidad de algunas partes del sistema soviético, me parece magnífico. Me gusta la poesía de Sergei Esenin y Aleksandr Blok. Y si nos vamos a los clásicos, me quedo con Dostoyevsky antes que con Tolstoi.
– ¿Qué proyectos te gustaría realizar en el futuro?
Me encantaría dedicarme a algo que pudiera combinar la actividad cultural con la social. Creo que hay muchos ámbitos a los que la cultura no llega o tiene un acceso más difícil por la situación socioeconómica. Hay que facilitar el acceso a la cultura, hay que quitarle esa pátina lujosa de la que se ha recubierto. El capital cultural ha sido desde siempre una razón más de discriminación, es hora de que la hagamos accesible, comprensible, para todos los públicos.
Y, por supuesto, me encantaría seguir escribiendo y publicando. No quiero que las ideas que tengo en la cabeza no puedan volar con libertad.
«El capital cultural ha sido desde siempre una razón más de discriminación, es hora de que la hagamos accesible»
– ¿Cómo es tu tiempo libre?
Soy una persona que nunca se aburre. A veces puede ser un problema porque me lleno el día con cosas que hacer, lugares que visitar, personas con las que quedar (si no estamos confinados), libros que leer, ideas que escribir… mi tiempo libre es una cosa que siempre se me queda corta. Me encantaría tener el superpoder de no tener que dormir y seguir estando descansada. Muchas veces siento que quedan tantas cosas por hacer y el día es tan corto que incluso me enfado con el tiempo. Ahora estoy pensado en irme de nuevo de Redes Sociales porque consumen mucho tiempo libre que podría dedicar a otros proyectos.
– Un deseo que te gustaría se hiciera realidad
Me encantaría que el mundo redujera considerablemente sus fronteras. Hablo de las geográficas pero también de las de pensamiento. Soy una idealista pero creo que como humanidad, en conjunto, seríamos mucho más felices si tuviéramos una mentalidad más abierta, si superásemos traumas del pasado y trabajásemos por un bienestar conjunto y no cada uno mirando por el suyo propio. Casi nada.
«Me encantaría que el mundo redujera considerablemente sus fronteras»
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Desencajada – Editorial Caballo de Troya
1 comments
I read Margaryta’s story on Yanmag and it was very interesting. If her novel is ever translated into Dutch, I would like to read it.
By the way, there are beautiful portrait photos on your site! I am just a simple Dutch factory worker and perhaps a professional photographer has a different view on this, but as far as I am concerned they are beautiful.
A greeting from Holland.